La mirada se cruzó con la mía, y algo dentro de mí despertó. Los minutos volvieron a correr en una vida que yo había paralizado inconscientemente, intentando huir de mi pobre intento por escaparme de mí misma.
Fui notando como poco a poco lo que fui volvió a mí, restableciendo sensaciones tan conocidas y lejanas a la vez. Reencontrarme conmigo misma no fue fácil, pero sin duda fue placentero. En aquel momento en el que me miré al espejo, en el que clavé la mirada en lo más profundo de mi ser, me di cuenta de que por mucho que queramos alejarnos de lo que somos, siempre volvemos al origen. Los miedos, los deseos, las esperanzas, los sueños... Nos esperan más allá del espacio autoimpuesto, no podemos huir de quienes somos.
Mi propia mirada se clavó en lo más hondo de mi ser para devolverme a la realidad y demostrarme que, no hay nadie más poderoso que uno mismo para descubrir de qué estamos hechos.
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