El agua de la vida

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John tenia la mala costumbre de beber cerveza hasta la extenuación. A todos le decía que era el agua de la vida...

En una revisión de salud en el puesto de trabajo que realizó le diagnosticaron principio de cirrosis, y entonces se propuso dejar de beber licores espirituales que poseen no menos de treinta y cinco por ciento de graduación alcohólica en su composición, y probo con la cerveza. La cerveza es una bebida que por aquellas tierras era de elaboración más tradicional, y enseguida se convenció que era más saludable. No sé donde leyó que, el lúpulo era el germen de la vida. Por eso, comenzó a llamarla el agua de la vida.

Esa noche entró en un tugurio de tercera categoría situado en las afueras del poblado. El Meridiano era una lúgubre cantina construida de piedra y paredes recubiertas de madera que permanecía abierta hasta altas horas de la noche. En el el local regían unas normas ciertamente curiosas. A partir de la media noche, las bebidas se abonaban al momento para evitar malos entendidos entre los clientes y el propietario. También, durante la madrugada se actualizaban las tarifas de las consumiciones, naturalmente al alza para aumentar la recaudación de la caja, algo que todavía no había traído problemas al dueño por tener untadas a las autoridades locales. De este modo, con esta política de empresa el dueño conseguía dos propósitos; aumentar considerablemente los beneficios, y garantizar la paz en el establecimiento, evitando las posibles disputas de malos bebedores.

Para ello, tenía contratado a un polaco que realizaba diferentes trabajos de logística, recados varios y también hacia de seguridad cuando la situación lo requería. La verdad es que con el uno noventa de estatura era un auténtico mastodonte. Con su sola presencia, se le quitaba a cualquiera las ganas de armar gresca. Pero con su largo historial de alcoholismo, John tenía un grave problema. Cuando se tomaba más de tres consumiciones se le olvidaba todo. Hasta quién era. Esa noche, después de varias rondas en el garito tuvieron que invitarle a marchar, de una manera un tanto expeditiva. Haciendo añicos los cristales de la ventana.

Desgraciadamente, estas situaciones no le eran ajenas, dado la familia desestructurada de la que provenía. Un padre que solo soportaba trabajar, si se emborrachaba, y su madre que comenzó a hacer lo mismo para soportarlo a él. Eso llevó a que el padre no la soportará a la esposa, y la manera de demostrarselo era propinándole frecuentes palizas delante del pequeño John.

Al acabar su existencia, se demostró que la cerveza no era el agua de la vida, tal y como decia él porque a pesar de la ingente cantidad de cerveza que bebió, al final murió.

 


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