Sin más, así como eres tú: escasa en palabras.
Un mensaje indicando una hora y un lugar.
Creo que no olvido nada: móvil, llaves, cartera y llaves del coche. No llevo perfume, tal y como me has pedido, vaqueros, calzado cómodo y mi mejor sonrisa. Por dentro, nervios de quinceañero pese a que doblo ( y más) esa edad. Salgo de casa y cuando subo a mi coche me miro en el retrovisor, no estoy mal… gafas de sol y arrancamos. Música para que el trayecto se haga más llevadero.
Ahora no hay vuelta atrás. Tanto pensar y al final hago lo de siempre. Camiseta, una falda cómoda, sandalias de tacón y un bolso amplio. Pelo suelto, ojos negros y una sonrisa encantadora.
Cuando llego al restaurante me siento en la terraza, mirando al rancho donde hay varios caballos. Sabes que me encantan y me quedo embobado mirándolos. Pido un vino y lo disfruto mientras te espero. Siento mi móvil vibrar en mi pantalón, sonrío y leo: “10 segundos y serás mío”. Un escalofrío me recorre y me eriza el vello de la nuca, llevas razón: tuyo.
Te veo antes que tú sepas que estoy aquí, eres guapo hasta de espaldas. Me acerco por detrás sin que me oigas y me agacho a la altura de tu mejilla… te doy un beso y pongo mis brazos alrededor de tu cuello: “hola guapo… ¿me pides un vino a mí también?”. No llevas perfume, yo también he cumplido mi parte”. Al instante me humedezco.
¿Habrá sido capaz? No puedo resistir la curiosidad y hago como que algo se me cae bajo la mesa y voy a buscarlo. Entras en el juego y abres tus piernas… cuando vuelvo a sentarme mi cara lo dice todo: has cumplido, no llevas bragas. Tengo que darle un gran sorbo a mi copa de vino para volver a la realidad. Sólo veo en mi cabeza una imagen: la de tu sexo tierno, rosado, jugoso, húmedo…esperándome.
Pasamos al restaurante con nuestras copas de vino en la mano, cada paso que doy noto tu mirada en mi trasero y algo que me enciende por dentro, tu mano en la parte baja de mi espalda, guiándome, haciendo saber a todos los que hay en la sala que soy tuya… que esto no se toca. Mi sexo está tan mojado que me arrepiento de no llevar ropa interior, mi líquido resbala por mi sexo y siento cómo me lubrico al instante.
Veo tus mejillas sonrosadas, imagino que estás excitada, yo también lo estoy: mi pantalón me oprime cada vez más y no se si aguantaré así mucho tiempo. Al sentir tu piel bajo mi mano, al ver tu culo moverse al andar, tus hombros al aire… mi polla siente por su cuenta sin pedir permiso a mi cabeza. Tenemos dos platos, postre y café por delante. Seguimos con vino y tú, para mi sorpresa, pides por los dos. Me gusta, me dejo llevar. Al sentarnos iniciamos una conversación más bien superficial: trabajo, más trabajo… me sirve para concentrarme, pero extraño el contacto de mis manos con tu piel. Discretamente, me siento de manera que mi sexo pueda tener un poco de alivio… aunque contigo delante… va a ser complicado.
El vino se acaba y con él mi vergüenza también, mi mano ha subido hasta lo que debería ser el borde de tus bragas. Ahora es la frontera entre lo que quiero ya y lo que debe esperar. Pero he esperado bastante, años. Y no llegabas, joder nunca veía el momento de que llegara alguien así y ¿ahora he de esperar? Me niego. Tu boca se abre y tus ojos se clavan en mí, pero no hay reproches. Mi dedo busca entre tu líquido y haya por fin tu clítoris, que me responde inflamado de deseo. Bebes de tu copa y yo te miro tragar, imaginando que no es vino lo que resbala por la comisura de tus labios.
Me toca a mí. A la vez que abro mis piernas para que tenga más espacio para tocarme busco rápido su entrepierna. No tengo palabras para definir lo que mi mano se encuentra. Como puedo, lo acaricio, lo aprieto y siento como se endurece bajo mi mano. Yo no puedo meter la mano en su pantalón así que desesperada…”vámonos de aquí ya por favor”. Quitas tu mano de mi sexo y, sin discreción ninguna, chupas tu dedo sonriendo: “el mejor postre que he probado jamás”. Una carcajada más que sonora retumba en el local…me das la mano y sonríes de esa manera tuya tan peculiar… a medias. Me vuelves loca.
Tengo claro que no llegaremos muy lejos y al salir del restaurante lo veo claro. Los caballos. Necesito relajarme para pensar. Vamos hacia las cuadras y el campo cercado donde están los animales. No quito mis ojos de ti: corres y te sorprendes como una niña con cada cosa que ves. Te explico algunas cosas básicas sobre ellos y tú, así como eres, me empujas sobre un escalón y te sientas encima de mí: ya no sonríes, cierras tus ojazos y me susurras al oído: “quiero que me domes a mí”. Se me revoluciona hasta el alma. Meto mis manos bajo tus bragas, tu falda ya es historia, las retiro hacia un lado y te meto un dedo dentro.
Que ganas tenía de sentirlo… froto mi cuerpo contra el suyo mientras su dedo se mueve dentro de mí. Quiero más y lo quiero ya. Le quito el botón de los vaqueros y cuando quiero volver la vista abajo, su pene aparece ante mis ojos. Duro, viril…tal y como lo había imaginado. Le haría mil cosas, pediría horas para regalarle placer… pero no… tengo la necesidad de que sienta, de que sepa, que es mi dueño desde antes que él mismo se diera cuenta.
Me mira y se abre para mí, sabe qué quiero y me lo da. La cojo del culo y la acerco a mí, hasta que mi pene se encuentra con su entrada, dilatada y húmeda. Empujo, suspira, empujo más, gime, otro poco más… su cuerpo se arquea, deja caer su cabeza hacia atrás y su cuerpo se relaja. Cae encima de mi pene clavándose en mí, hasta lo más hondo. No se mueve, respira hondo y gime… su cabeza se inclina y me mira. Ahora sí, ahora es mía. Muevo mi pene dentro de su cuerpo, bombeando placer con cada embestida, haciéndola sudar… se resbala entre mis manos, se muerde los labios y grita mi nombre.
Me tienen que haber oído hasta en la cocina. Me da igual, es mío y quiero que lo sepan. Al menos hoy, al menos ahora. Y que se atrevan a decirme lo contrario. Me deshago de placer en sus manos, mojada, sudada y oliendo su fragancia… la de él. La que yo recordaba. Me acurruco en el hueco de su cuello y apretando los labios contra su hombro me corro con él dentro, abriéndome todo lo que puedo para sentirlo aún más dentro. Siento como se derrama dentro de mí y como busca mi mejilla con su mano, busca mis ojos…y con su media sonrisa… “Preciosa, ¿quiénes son los animales aquí?”
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