Tu recuerdo, mi recuerdo y nuestro ardiente encuentro I

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Jamás olvidaré aquel día...
Yo era recepcionista de uno de los mejores hoteles en la ciudad, ese día se presentó un joven apuesto, tal vez no el Adonis que toda mujer desea, pero sí guapo y elegante. Al entrar se dirigió a una mujer, también muy linda, e inmediatamente después caminó hacia la recepción. De las cuatro recepcionistas yo era la única libre y en ese momento no supe si eso era una bendición o una condena.

"Relájate Amanda, sólo es un huésped más"-me repetía una y otra vez-

-Muy buen día señor ¿En que puedo ayudarle? -me alegré de poder controlar el nerviosismo en mi voz y sonreí cómo siempre lo hago a los huéspedes.

- Buen día. -Dijo con indiferencia, sin verme a la cara a pesar de tan coqueta sonrisa, él no le prestó el más mínimo interés.

 

 "Que pedante”

 

Quería ser frívola, pero educada; sin embargo, su loción importada impregnando el ambiente me hipnotizaba, dejándome sin palabras.

- ¿Sigues conmigo? -Me dijo sonriendo. Su voz gruesa me hizo estremecer. Sin decir nada confirmé con la cabeza a lo cual él, consciente de mi nerviosismo, volvió a sonreír y contestó un mensaje en su teléfono. 

“¡Oh por Dios! Lleva anillo de bodas”

 

Mis ojos viajaron por todo su cuerpo y mi impresión creció de verdad cuando noté en su entrepierna un bulto sobresaliente, tragué saliva, mordí mi labio inferior, respiré y me dispuse a atender a tan gallardo y misterioso hombre.
 
-Dígame señor, ¿Tiene reservación con nosotros? - Oraba internamente para que él no notara en mi voz algo más que profesionalismo.

 

“¿Cuántas veces tiene que gustarte alguien casado Amanda?”

 

Ciertamente el bulto en su entrepierna bien podía valer un par de sueños y fantasías, pero si su esposa era aquella guapa mujer, seguro no notaría que estoy aquí.


-He venido a la convención anual de la empresa, la reservación está a nombre del Licenciado Murrieta- En sus ojos brillaba una perversa diversión.


“Seguro está jugando contigo Amanda, concéntrate”

-Claro que sí Licenciado Murrieta, tengo una reservación por parte del corporativo para una habitación individual, ¿Debo modificar su habitación? -Esperaba no sonar demasiado celosa, aunque al hacer la pregunta mi mirada se dirigió casi por inercia hacia la mujer que esperaba en la sala.

 

-No importa la habitación, sino la cama. -Lo susurró de manera que solamente yo pudiera escucharlo mientras tomó mi mano. Al instante una corriente eléctrica avanzó por todo mi cuerpo y me perdí en lo profundo de su mirada incendiada, su sonrisa me hizo soltar un suspiro como una niña tonta, mi color subió y él insistía en asecharme con su seguridad, pero sabía que su lado perverso había salido a tentarme, a tocar mi punto débil, impulsándome a decir ‘tómame en este momento’

 

“¡Qué vergüenza Amanda! ¡CONTRÓLATE!”

Recuperando mi propia seguridad, proseguí a buscar la tarjeta de su habitación y a registrar su check-in, dirigí la mirada hacia el vestíbulo buscando a un botones pero ninguno estaba disponible, insistí un par de segundos, sin embargo el prestigio del hotel estaba en juego de manera que no hubo otra opción más que salir de mi cubículo y caminar frente a él.


- Acompáñenme por favor caballero, verá mis compañeros están un poco ocupados y si a usted no le importa yo misma les guiaré a su habitación -Él solo hizo una pequeña seña a la hermosa dama y ésta se dirigió hacia el bar del restaurante mientras él caminaba detrás de mí.

Sacando fuerza y valentía de lo más profundo de mi, mostré mis mejores recursos de seducción, caminando altivamente y moviendo el trasero para que él supiera que no me intimidaba, mis pasos seguros iban dejando mi esencia para que la consumiera por completo, debía rendirse a mis encantos y yo debía dejar en claro que clase de mujer soy.


- Que tenga una excelente estancia. -Dije deslizando la tarjeta en su puerta y abriéndola con una reverencia descaradamente coqueta.

- Tú me la harías excelente- Se acercó y me tomó de la cintura, yo me quedé paralizada y mis pulsaciones radicalmente se aceleraron, mi respiración se hizo profunda cuando sus carnosos labios se acercaron más y más a los míos. Después de unos segundos que parecieron eternos, finalmente sus labios sólo rozaron los míos, pero se alejaron dejándome su tibio aliento en mi boca.

Nuevamente me dejó sonrojada y acababa de hacer que mi cuerpo se convirtiera en una masa temblorosa, con la piel electrizada.

 

"Bien jugado Licenciado Murrieta. ¿Y ahora qué, Amanda?... Bueno, dos pueden jugar ese juego"

Sonreí intentando ocultar el temblor de mis rodillas y acerqué lentamente mis labios a su oreja, asegurándome de que todo mi cuerpo se acoplara al suyo hasta susurrarle:

-Le aseguro que no está en un error, pero debo trabajar- deposité un suave y pequeño beso en su mejilla, coloqué la tarjeta en su saco y me di la vuelta altaneramente.

No había dado ni dos pasos hacia el elevador cuando una mano fuerte y firme tomó mi brazo. Sin darme tiempo a nada me llevó al fondo del elevador, caminé hacia adelante hasta topar con la pared del pequeño cubículo, intenté darme la vuelta pero su cuerpo me aprisionó y me dejó indefensa mientras las puertas cerraban.

Sus manos tomaron las mías y las llevó sobre mi cabeza, sus labios jadearon en mi oído y mi sexo comenzó a humedecerse sin control, con una mano hizo a un lado mi pelo y sus labios húmedos me estremecieron al recorrer desde mi nuca hasta la base de mi cuello, respirando fuerte cerré mis ojos e hice mi trasero hacia atrás. Él, balanceándose, me fue pegando ese voluptuoso paquete, que previamente había visto con asombro.

 

"¡Realmente es enorme!"

 

Sus manos bajaron y acariciaron con descaro mis piernas subiendo a mi trasero, su erección se hacía más presente y más la sentía recorrerme violenta, su aliento en mi espalda estaba excitándome al máximo. Mi respiración empañaba el frio metal de la pared del ascensor.

De pronto, un sonido apareció y las puertas empezaban a abrirse. Él se apartó y yo me acomodé la ropa tan rápido como me fue posible. Una luz cegadora entró cuando las puertas estaban en plenitud y una figura estaba cruzando. Era esa misteriosa mujer, cruzada de brazos, mirándonos con cierta desconfianza.


- Que bueno que ya estás aquí... te llevaste mi teléfono en tu saco. -

 

- ¡Bienvenidos! espero que disfruten su estadía – sonreí y rápidamente salí de aquel elevador, con los nervios de punta, los pantis empapados y unas ganas aún mayores de conocer cada centímetro de la piel de aquel hombre.

"Bueno, no será fácil Amanda" Tenía que idear algún plan para separarlo de su mujer. De alguna manera, tendría que probar todo de él. 

-Señorita Martínez ¿Dónde estaba? – Me puse pálida al sentir al gerente tras de mí. -Sólo acompañé al Licenciado Murrieta a su habitación -rápidamente, al ver la mirada de mi jefe, añadí- no había ningún botones desocupado y no quería hacerlos esperar a él y a su esposa. 

"Olvida tu plan, necesitas el empleo Amanda, y no podemos andar por ahí con el riesgo de perderlo"


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