Tu recuerdo, mi recuerdo y nuestro ardiente encuentro II

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No sé si es mi adicción a la aventura, a lo furtivo y al placer, pero algo dentro de mí se encendió cuando la vi salir tan naturalmente del elevador. Cuando se dirigió a mi esposa sonaba tan fresca, cómo si realmente nada hubiera pasado entre nosotros, cómo si no le hubiese afectado en lo más mínimo. 

 

*Esa mujer debe ser mía, de alguna manera*

 

- ¡David! - La voz de mi esposa me regresó al ahora -...mi teléfono, debo llamar a mis padres para saber cómo está el niño. -

-Sí, claro. Aquí tienes- Metí la mano en mi saco y le regresé su teléfono. 

 

Realmente amaba a mi esposa, la amo aún, pero no puedo negar que aquella chica había logrado despertar nuevamente aquella bestia que estaba dormida hacía ya bastante tiempo. De vuelta en la habitación con mi esposa empezamos a desempacar y cómo no tendría ninguna actividad de la empresa sino hasta el día siguiente decidimos recorrer un poco la ciudad. Había escuchado que tenía puntos muy bellos y consideré que sería una maravillosa oportunidad para despejarme y sacar de mi mente el aroma a flores de aquella chica. 

 

- ¿Te parece si recorremos un poco la ciudad, amor? - Empecé a besarla desde atrás, abrazándola por la cintura.

- ¿No tienes ningún evento hoy? - Su voz empezó a fallar y su respiración comenzó a acelerarse. 

-Hoy no, hasta mañana- 

 

Mis manos bajaron hasta sus piernas y lentamente comencé a subirlas acariciando cada centímetro de su piel, llevando conmigo su vestido hasta sacarlo por su cabeza. Ella sólo se pegaba sensualmente a mí y poco a poco se fue girando uniendo sus labios a los míos y deshaciéndose de mi ropa, prenda por prenda hasta dejarme en calzoncillos. Siempre supe que mi mujer era hermosa y jamás logré ver en nadie la elegancia que ella tenía al estar sobre sus tacones con sólo un pequeño conjunto en encaje rosa como ropa interior. Una delicada tanga y un brasier que adornaba sus pechos de la manera más espléndida que jamás había visto.  Con lentitud la recosté sobre la cama y comencé, sin prisa alguna, a besar milímetro a milímetro su piel empezando en su cuello y bajando hasta sus senos. Me encantaba verla excitada, ver cómo por su blanca tez aparecían pequeñas manchas rojas indicando cuán impaciente se encontraba. Cuando llegué a sus senos retiré su brasier y los besé y chupé con delicadeza, con ternura incluso, amándola. Seguí bajando hasta retirar esa pequeña tanga rosa y deleitar mi lengua con su sabor.

Cada que mi lengua recorría su vulva ella gemía y sus manos apretaban las sabanas, su vagina emanaba fluidos empapando mis labios y sus muslos poco a poco fueron tensándose hasta que bajo un temblor de los mismo me aprisionó contra ella empapándome con su orgasmo y un gemido agudo surgió desde lo más profundo de su garganta. En cuanto pude zafarme de sus muslos me posicioné sobre ella, y besándola en la boca fui penetrándola mientras se recuperaba del orgasmo. Me moví lento, profundo y suave, rozando con delicadeza nuestros sexos, dejando que me sintiera por completo. 

Poco a poco fue acompasando su cadera a mis movimientos y minutos después, sentí como su vagina me aprisionaba mientras toda ella se tensaba en un nuevo orgasmo, en ese momento aumenté poco a poco la velocidad y mis labios besaron desde sus labios hasta sus senos, coloqué sus piernas sobre mis hombros y llevando el ritmo en aumento la penetré hasta llenarla de mí. Mi respiración y la suya eran erráticas y girando sobre la cama la dejé sobre mi hasta quedarnos dormidos un par de horas. 

 

*Amo hacer esto, pero no puedo creer que aún piense en la recepcionista* Este fue el último pensamiento que cruzó mi mente mientras mis ojos se cerraban manteniendo a mi mujer dormida y desnuda sobre mí. 

Sin embargo, la imagen de esa chica no se me borraba. Al ver a mi esposa desnuda, recostada a mi lado, por un segundo creí ver a esa chica de aroma encantador y cuerpo de diosa. En tan solo un instante ella pudo volver locos mis sentidos haciéndome desearla sin control.


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