Tú y ella así juntitas recorriéndose lentamente palmo a palmo con un temblor tenue de desesperación, pero sin prisa a la vez. Caen las prendas mientras algunos besos muy húmedos salpican el panorama. Tus senos ya están a la vista y comienzan a ser atacados por una lengua en la cual se divisa un piercing> cromado. El sentir esa humedad y el contacto del metal debe ser tremendo. La piel de ella es más pálida que la tuya. Pero su sexo es oscuro el tuyo es carne. Gimes cuando el metal te perfora. Te arqueas en un rictus de éxtasis. Los dedos de ambas atacan al mismo ritmo, con una sincronía que parece de máquina. Mi miembro se humedece, gotea un líquido transparente que hierve y que no había percibido antes. Ustedes me ignoran mientras se recorren con bocas y manos entre suspiros profundos que desgarran sus almas y vientres. Tú me miras mientras tu feminidad se ha encajado en la de ella y con acompasados y firmes vaivenes se asedian en un combate que las derrotara por igual. Me sonríes entre ruborizada y extasiada y ves como mi mano recorre mi miembro a el ritmo propio de sus cuerpos ya en el umbral del paraíso.
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