2012. Siempre entre otoño e invierno.
Aquí estoy, sereno, aunque digas ahora que no.
Me quedaré sin la ternura,
y llenaré mis manos con el hedor de la mediocridad del día.
Andaré por los caminos del silencio,
otoño fiel,
ascenderé a la cumbre del olvido y dejaré que me consuman los segundos.
No sé cuando exactamente te perdí,
si fue en la mañana, cuando cesaron los besos,
o fue, quizá sí, en la noche musculosa, sin caricias.
Lo cierto es que hablo como el hombre de la tele,
no hay naturalidad en el tedio, y mucho menos
la vida necesaria que el amante busca en los labios.
Ya que muero, en el segundo final,
se ve por fin la mar en mis manos, toda la mar,
y la tierra detrás, esperando, no me suelta.
Con el amor que los dos perdimos
Se podría colorear el corazón,
Hacer que las nubes vivieran en los ojos.
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