(A mis hijos)
No hay vida sin esas manos,
que no hay vida sin esos ojos,
que nunca habría vida sin esas voces, risas,
ni siquiera el deseo de vivir
sin el beso en la cara al hombre viejo.
(Aquí está mi tesoro más ligero).
Otros dicen, gritan, ¡tengo más!
No hay más sin ustedes,
no existe el hoy, el mañana, los sueños, la vida.
El padre que soy
Está por delante de las otras cosas que quiero ser.
(Así es el reino del ser chiquito, sencillo.
El tesoro del hombre más rico).
Unos hijos que se hacen hombres,
más veloces que el viento,
más limpios que el aire en los cuentos,
la fuerza que todo lo mueve,
el descanso del guerrero,
la vida hecha caricias, susurros, placidez.
En la inmortalidad seguiremos juntos,
y andaremos, (que es de verdad vivir),
Para siempre juntos.
¡Ya llega!
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