La historia de un asesino en serie

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I

 

Te voy a contar lo que hice una vez.

 

Maté.

 

Después he matado muchas otras veces. Pero la primera vez se me quedó para siempre en la cabeza. Y la cara del tío. El viejo aquel de los cojones. La piedra en lo alto de la cabeza. Y luego los palos. Las patadas. La heroicidad duró un minuto, tal vez un poco más.

 

Doce años.

 

Y luego se corrió la voz por el barrio. “Ha sido el hijo de Pedro”. “Ha sido el pequeño Miguel”. “Su madre ha intentado quitarse la vida”. “Dicen que el viejo había intentado algo raro”.

 

Mi padre se me puso delante para que le soltara la verdad. “Claro que fui yo, padre”. Cachetón. Cabezazo. Recibí más golpes que el viejo pero no terminé muerto. Eso sí, me tuvieron que mandar a reparaciones durante un buen tiempo.

 

Y si algo aprendí del tiempo, es que pasa igual para un crío que ha confesado haber matado que para otro que se gana el cielo y la caricia del angelito de la guarda todos los putos días.

 

Me hice hombre y sin darme cuenta apareció la calva. Me casé. Mi mujer no podía tener hijos. Trabajé en un empaquetado. También limpiando coches, guaguas, todo lo que necesitara una limpieza. Incluso trabajé de portero en el cine. Unos dos años, aproximadamente. Me gustaron aquellos dos años. Ya llevo más de veinte en una pensión, también limpiado, y haciendo todo lo que haga falta pero que no tenga que ver con cosas técnicas, ya saben: arreglar aparatos, poner bombillas, arreglar muebles, y cosas así. Yo limpio, recojo, hago recados. Escucho, nunca opino.

……………………………

Mi mujer me pedía de vez en cuando abandonar el pueblo. “Ni hablar”. “¿Pero qué hacemos aquí?” “Pues lo mismo que allí: trabajar, comer, dormir, follar, cagar, respirar, hablar, y así, pues todos los días de la vida”. “Es que nos miran mal, sobre todo a ti”. “Pues que miren, qué cojones, ¿no tienen ojos?, pues que miren. Yo siendo ellos también miraría, sobre todo para no partirme los dientes contra el suelo”. “No quieres hacerme caso. Yo no soy feliz”.

 

Y juro por Dios que fue la primera vez en mi vida que escuchaba a una persona pronunciar la palabra “feliz”.

……………………………………………………………….

 

Hoy.

 

Entierro a mi mujer. Se la llevó una cosa mala, muy mala. Un par de meses y todo pa’l carajo. Ahora estoy solo. Mi hermano vino a visitarme hace un día. Me contó que padre se está muriendo. Ya es viejo. Se muere. Con mi padre no hablo desde hace millones de segundos. No es porque aquel día casi me dejara muerto. Es que después, cuando vino a visitarme, me dijo muy bajito algo que no olvidaré: “Hiciste muy bien cargándote al cabrón”.

 

Ahora, como fuera. Mario sabe cocinar. Potaje, papas, carne, huevos fritos. Tampoco es caro. Por la noche me tomo un vaso de leche, unas lonchas de jamón, también de queso y un pedazo de pan. Suficiente.

Tengo una foto de Consuelo. Y otra más pequeña de cuando nos casamos. Las dos me gustan. En casa no hay tele. Escucho la radio hasta que me quedo dormido. Y fumo. Ahora más que antes. Por lo menos un paquete al día.

…………….

 

La mala suerte.

(Continuará)


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