Partida de tu nacimiento

El niño se partía de risa y los otros niños lloraban. Oye, que lloraban amargamente. Así pasaba la vida. Así se consumía la vida.

El niño se hizo grande, hombre, o como coño prefieras decir que son esas cosas. Tú mandas. Tiene gracia.

Y seguía riendo, partiéndose de risa. Y los otros hombres, ya sí, hombres, todavía lloraban. Otra vez amargamente. Uno votaba riendo, y los otros votaban llorando. Qué sí, coño, que sí: amargamente. Así nació la temida pero inevitable lucha de clases.

Hoy está feo hablar de ella, pero en la calle siempre hay un niño que ríe y siempre hay un montón de otros niños que lloran, ¿los oyes llorar?

Y lentamente, despiadadamente, sienten el mordisco del paso del tiempo. Y están vivos, porque sienten, porque lloran. ¡Pero ellos no lo saben!