Hoy vengo a hablar; a hablar escribiendo. A hablar de cara a la pantalla para que alguien, con sus dudas, sus miedos y sus logros, pueda leerme; pueda sentirme.
Porque yo siento. Siento mucho. Siento en los momentos del día más inesperados. Siento que, a veces, la música se introduce en cada una de las células de mi piel. Siento que toco a gente que no puedo ver; la toco, la siento. Veo su energía y sus pensamientos.
Mis ojos no ven. Mis ojos hablan y gritan cuando te ven a mi lado. Mis manos no tocan; mis manos transmiten; mis manos ríen y lloran al compás del corazón de las personas que me rodean. Mis oídos no escuchan; mis oídos analizan e integran cada una de las palabras de los demás en mi propia piel. Mi boca no habla; no necesita verborrea para expresar. Me muevo, salto, canto, río, doy paseos... Eso es hablar.
Mi cuerpo habla constantemente. En mis prácticas de yoga; en mis estudios. En todos esos días en los que la oscuridad hace al luz. Porque sí, todo lo malo siempre trae algo bueno en su regazo. Y me castigaría la vida, el universo o quien quiera que esté allá arriba si algún día vivo sin sentir; respiro sin sentir; pienso sin sentir. Ese día... Moriré. Moriré de verdad.
Lo que estás viendo ahora mismo no es real. Lo que es real es lo que encuentras al cerrar tus ojos.
Hoy vengo a hablar; a hablar escribiendo; a hablar de cara a la pantalla para que alguien... No, no es nadie.
Hoy vengo a hablar conmigo.
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¡Muchísimas gracias por leerlo!
En mi Instagram (vega2lucia) y en mi Facebook (Lucía Vega Vega) tenéis una nueva foto de yoga con un fragmento de este mismo texto. ¡Os invito a pasar y verla!
Feliz día y LUZ, mucha LUZ.
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