El escritor

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II

 

El Escritor

 

SEGUNDA PARTE

 

-¿Follamos?

-Yo quiero

-Yo también.

-Pero esperas a que llegue Teresa. Estás esperando por ella. Que entre por esa puerta. La quieres ver. La quieres oler, ¿verdad?

-¿Te pone caliente saber que sí, que la quiero ver y la quiere oler?

-Esperas por ella siempre.

(Y aquí noté que le dolía confirmar que así era)

-Y tocarla.

-Y tocarla, sí. Quieres follar, pero quieres tener a Teresa.

-También quiero que te quedes.

-Lo que quieres decir es que no te molesta ni te incomoda que yo me quede.

-Lo que quiero decir es lo que quiero decir y lo que quiero decir es lo que tú dices. Pero no está mal, en serio, admitir que una persona no sobra, que está bien que se quede, aquí, participando si tiene ganas.

-¿No sobro?

-Un coño nunca sobra. Puede estar en mi boca, por toda mi cara. Puedes estar aquí y ahora.

-Me gustaría no salir de tu vida. Pero me gustaría matarte. Con esta cuchara. Con este bolígrafo.  Con esta servilleta.

-¿Se puede matar con una servilleta?

-Dejando con buena letra una despedida, seguro que sí.

-La puta palabra, siempre la puta palabra.

-Matarte. Pero mientras vives, y juro que te mataré, quiero ser parte de tus piernas y de esa polla y de esa boca y de esos ojos. ¡No me eches!

-¿Follamos?

Follar con Matilde es placentero al principio. Como siempre nada de besos. Bueno, a lo mejor un poco de lengua pero muy por encima, casi como en las pelis porno que me gustan y me calientan desde chiquillo.

Una palabra bonita, eso sí: “preciosa”, “encantadora”, “de puta madre”, aunque aquí hay tres palabras, pero el coño de Matilde merece tres o cuatro palabras bonitas para dejar claro que me encuentro ante un coño peludo y oceánico.

…Y en el mete saca lentito, con ese culo poblado de manos imaginarias, pegado al cuerpo de una mujer que me odia muchas veces y dice que me ama para no tirarse por la ventana, en ese instante sublime que yo describo diciendo que “el sexo es mejor que la 2 de Televisión Española”, en ese preciso momento abre la puerta Teresa la negra.

Ya sabes, ¿no? El menda, que es  hijoputa y misógeno dicen algunos, sonríe y Matilde deja espacio en la cama pegándose más a mí.

-¡Follamos? –pregunto.

Teresa camina hacia nosotros. Es guapa, elegante, puta, de las caras. Huele bien. Fumar es cosa bonita en Teresa. Me besa. ¡Nos besamos! Pero el mete saca con Matilde no para, eh. Y el beso se prolonga. El beso ya es prisión. El beso ya es la inmortalidad.

Me corro en el coño de Matilde con un placer que está a punto de hacer explotar el corazón.

Nos dejamos de besar.

Nos miramos.

-Hola, Teresa.

-Di adiós a Matilde.

Y antes de decir adiós a Matilde, Teresa me enseña un cuchillo de cocina, pero de los grandes, ¡por lo menos así de grande! Y la sangre.

-Ya estaba muerta la puta cuando te corriste.

-¿Y ahora?

-¿Follamos?

-¿Ahora?

-¿O prefieres la muerte, cobarde?


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