Como alma que se lleva el diablo (II)

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El capo histórico de la mafia siciliana había regresado de entre los muertos aquella noche de perros tormentosa.

De hecho, llevaba haciéndolo cada aniversario desde la fecha de su fallecimiento. Era su ritual pactado con el mismísimo Diablo.

El demonio y él habían llegado a ese "acuerdo anual de escapada", a cambio por supuesto, de ocuparse de ciertos asuntillos molestos y personajes abyectos que aterrizaban en el Infierno a diario.

Bien es sabido que hay que llevarse bien con el mundillo del hampa, para evitar, en la medida de lo posible, futuros conflictos...Porque aunque estemos hablando del Averno, como todo lugar extenso y de gran población, requiere cierta organización.

El jefazo de la camorra fue muy temido en vida y aunque hacía ya mucho tiempo que lo fulminaron del mundo terrenal, a él le gustaba "volver a casa" una vez al año.

Era un hombre pomposo pero sin glamour, falto de escrúpulos y engreído hasta la médula. Todo el mundo lo respetaba y le doraban la píldora, no porque le admiraran, sino por el miedo atroz que le tenían. Es el modo de vida habitual de los habitantes donde reina el gangsterismo.

Ni que decir tiene, que fue un profundo alivio en su localidad el anuncio de su muerte.

Nunca nadie fue a visitar su tumba después de asegurarse, eso sí, que estaba bien muerto y bien enterrado.

Ni familia, ni esposa, ni amigos, ni hijos, ni amantes..Nadie le amó en vida y en consecuencia, tampoco se le redactó ni un triste epitafio.

Él observó atónito su abandono progresivo y descrédito ya instalado en el mundo de las Tinieblas.

Y un tipo de su categoría ¡no podía consentir la idea de ser ninguneado de ese modo! ¡Después de toda la riqueza y orden que había proporcionado a su ciudad natal!

Esa era la razón por la que llevaba ya 66 años visitando cada 6 de Junio su mauseleo escondido entre musgo y maleza en aquella histórica ciudad siciliana. Y por supuesto, él mismo se adornaba la sepultura con flores, faltaría más!!

Lo que resultó imprevisto ese año, fue la inesperada tormenta que le hizo por primera vez, tener que acercarse en autobús y no poder ir paseando como a él le gustaba...

Aunque después de todo, el imprevisto  le sirvió para disfrutar como antaño, al ver cagarse de miedo al majadero conductor de aquel autobús. ¡Fantástica sensación el volver a ser temido otra vez en su lugar natal!

En fin, parece ser que hay cosas que para los malvados nunca cambian y así serán por siempre jamás.


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