LA CUEVA

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LA CUEVA

No se escuchaba nada, pero puse mi oído esforzándome a escuchar antes de adentrarme en aquella cueva...

Mis compañeros de búsqueda se habían desplegado por diferentes caminos, teníamos que encontrarlo; Luis era un buen amigo de todos y no estuvo nada bien el susto que le dimos al contarle aquella noche en el campamento la leyenda del animal carroñero que merodeaba por el monte. Mientras Pepe relataba en las condiciones en que encontraron a su última víctima, el atemorizado Luis se encogía en su sitio allí alrededor de la hoguera. Armando con su guitarra punteaba notas de terror para acompañar la historia.

¡Cállense! Nos gritó, levantándose y abandonando la reunión, dejándonos solos para reírnos a nuestras anchas de la falsa narrativa que Pepe invento para asustarnos.

Una hora después, y llevando en el cuerpo varias birras y más de dos canutos repartidos para los que quedábamos allí, los que nos asustamos fuimos nosotros, ya que desde la huida de Luis a su tienda, nadie lo había vuelto a ver. Le llamamos desesperadamente y salimos a buscarlo...

Yo me encontraba ahora escuchando el silencio de la cueva donde entraría a buscar a mi amigo, me ayudaba con mi linterna enfocando mis pies cuando me sorprendió el vuelo de un murciélago, al que moleste cuando subí la luz. Todo era muy tenebroso, casi como la historia que contó Pepe, el silencio era sepulcral, tan solo un goteo pausado lo perturbaba, cuando por el pequeño riachuelo por donde caminaba, por momentos se teñía de sangre, avance un poco y cuál fue mi sobresalto al ver allí al medio un montón de vísceras que flotaban acercándose hacia mí...

Ya solo escuchaba mi corazón que palpitaba tan fuerte que estaba a punto de salirse de mi pecho, pero continué sorteando aquellas tripas ensangrentadas, aguantando las ansias de vomitar.

Era hora de decidirse, dos caminos me hacían dudar, escogiendo aquel que al fondo parecía ver una luz. Entonces el silencio se convertía en el sonido de pavor de un aullido lastimoso de un lobo. Apoyado en una de las rocas, me quedé preso del pánico, cada vez escuchaba claramente a aquel animal herido del que supuse que serían las vísceras que encontré antes, me arme de valor y anduve unos cuantos pasos, la luz iba debilitándose al igual que el sonido, volviendo a escucharse aquel silencio de cementerio.

Cuando llegue al lugar ya todo era oscuridad y silencio, cerré los ojos y grite el nombre de mi amigo varias veces, pensando como un cobarde, que aquella broma macabra podría haberlo asustado, de tal modo que al adentrarse huyendo en la cueva le había costado la muerte...

¡¡Cumpleaños feliz!!

¿Qué era aquello? Es la voz de Luis, me dije temblando de miedo... 

Abrí los ojos y allí estaban todos mis amigos, felicitándome por mi cumpleaños, hasta Luis vivito y coleando, encendiendo las antorchas para alumbrar la cueva...

De pronto una ráfaga de viento las apago todas y volvió a envolvernos el silencio sepulcral roto por el tenebroso aullido...

Desperté en la habitación del hospital, la leyenda inventada por Pepe me había respetado y tan solo tenía en mi cuerpo unos cuantos arañazos, al contrario que mis amigos que habían muerto todos...

 

Adelina Gimeno Navarro


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