Solía visitar un cafetin del cual me atraía su promoción de donas gratis en la compra de un capuchino. No era un gran café y las donas ademas de pequeñas sabían a cartón pero para un estomago vacío y un bolsillo con agujeros $14.50 era un precio razonable por un desayuno y cena dignos de un pobre diablo. Lo mejor de todo era que podía entrar por la puerta trasera que estaba justo a un lado de mi apartamento.
Cierto día el café barato dejo de ser el único motivo para visitar la horrenda cafetería pues en un instante de distracción al mirar por el ventanal de la entrada principal vi a aquella chica, estúpido y cursi seria decir que era la mujer mas bella que haya visto jamas, con una mirada que destruye completamente la razón, no te deja pensar con claridad y lo único que sale de tu boca son balbuceos ininteligibles y una sonrisa que convertía el sabor a cartón en néctar del valhalla (esta bien ya lo dije, juzguenme ahora). Ella paso lento, dirigió la mirada hacia mi lugar y me lanzó una sonrisa tan bella que seguro ni siquiera mi madre me hizo el día en que nací.
Quede perdido ante su encanto, me hizo sentir completamente inferior en todo sentido, era inalcanzable para cualquier mortal y sabia que no dejaría de pensar en ella esa noche. Al día siguiente a la misma hora pasó de nuevo y sucedió exactamente lo mismo, paso frente a la ventana miró hacia mi lugar, me sonrío y siguió su camino, en dos días mas de lo mismo ello se convirtió en una rutina que se repitió por dos semanas y media.
Aquel 10 de noviembre decidí que era momento de actuar y averiguar por lo menos su nombre o fracasar miserablemente; ese día me senté en la mesa mas cercana al ventanal, pedí un expresso y una chapata (lo mas caro del lugar) para celebrar el éxito del cual ya me había visualizado y esperé la hora de siempre para intercambiar sonrisas.
En punto de la hora ella estaba parada frente a mi, por primera vez en dos semanas y media se detuvo frente al vidrio mirando justamente donde se encontraba mi mesa, nos quedamos ahí mirándonos por un rato sin hacer nada, yo con mi cara de imbécil y ella tan guapa como siempre, Por un instante mis piernas se congelaron mientras la veía fijamente a los ojos, ella pasó sus dedos por su frente recogiendo un mechón de cabello que le cubría un poco el rostro, acomodo el cuello de su blusa, sonrío de nuevo, hizo un ademan con la mano y continuo su andar, Un minuto me tomo juntar fuerzas para levantarme, puse las bolas bajo mis pantalones en su lugar como debía ser y salí a buscarla para tomar el control de la situación.
Al salir del cafetin ella se había perdido entre una multitud, miré por todos lados tratando de rastrear su camino sin ningún éxito, resignado respire hondo, mire al cielo y volví mi cabeza hacia el ventanal queriendo dirigir la vista hacia la mesa en la que estuve sentado...El cristal del ventanal de la entrada principal era reflectante.
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