¿QUÉ OCURRIRÍA LUEGO?

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Aquella noche como todas desde hacia varios meses Irene se sentó en el borde de su cama, y sobre sus manos puestas debajo de su trasero a propósito, levanto los pies y dejo caer con un simple movimiento las zapatillas de noche que llevaba puestas.
Fue después de aquella acción, cuando se pregunto ¿Qué ocurriría luego?
Supuestamente se dormiría, mojaría la cama de sudor al igual que ocurría en su infancia, aquella posición fetal con la que a duras penas conciliaba el sueño, dejaba la huella de su cuerpo dibujada en las sabanas, no gozaba moverse, el pánico a dormirse se apoderaba de ella, por mucho que se preguntase, sabia a ciencia cierta lo que pasaría, por aquel motivo el miedo cada noche estaba presente.
Intento resistirse a la fuerza de Morfeo, pero fue imposible, sus parpados fueron cerrándose poco a poco, le pesaban pero no lograba mantenerlos abiertos, al final sus particulares ventanas, sus ojos negros sucumbieron al cansancio y un aletargado sueño venció a su propósito de quedarse en vilo, por una vez hubiese querido ver lo que ocurría después de dormida.
El viento comenzó a soplar fuerte, las ramas de los arboles parecían de goma, tan flexibles que rozaban el suelo, algunas de ellas su ventana, haciendo un peculiar sonido tenebroso. La ventana se entreabrió como por arte de magia y el frío rozaba su espalda, de pronto comenzó a llover, aquellos truenos sonaban como auténticos estruendosos bombazos pero para nada la despertaron, tampoco los luminosos rayos hicieron despertar a Irene que no movía ni una pestaña. Estaba dormida profundamente, de tal modo que ignoraba desde el momento que se acostó todo lo que estaba ocurriendo, aquello que siempre se preguntaba que podía ocurrir después de dormirse.
Una mano asomo sigilosa, calzada con un guante de cuero negro abrió la ventana, el perfil humano que intentaba entrar se reflejaba en el espejo de su tocador, llevaba una gabardina cerrada hasta el cuello y un pasamontañas que cubría su rostro. Puso su pie empapado en agua y barro sobre la isabelina donde Irene dejaba la ropa al desvestirse, con un silencioso salto logro colocarse encima de ella y de ahí acceder al firme suelo de la habitación donde comenzaba ya a gotear el agua de lluvia de la que se desprendía con una de sus manos, en la otra un reluciente machete proyectaba su brillo en la pintura rosa de la pared.
Irene no despierta, la silueta del que se intuía un hombre, por su corpulencia, se acerca despacio a la cama, tropezando torpemente con la alfombra.
Seguramente ella debió notar aquel traspié ya que en aquel instante y muy ligeramente su cuerpo cambio de posición dando la espalda al asesino. Quedando parado para no despertarla, poco a poco iba incorporándose hasta ponerse del todo ergio, viéndose por el orificio en su antifaz como sonreía al ver la espalda de Irene que se había quedado desnuda por el movimiento.
Ella debería estar notando su respirar pues ahora su boca estaba justo cerca de su cuello, pero no lo hacia y en aquella posición él limpiaba la hoja que pretendía hundir y ahora no había la menor duda, en el dorso de la mujer, que dormida esperaba a que el cuchillo se calvase en semejante sitio.
Alzo su brazo, poco a poco acercaba el arma a su cuerpo, ella ni se inmutaba, la clavo repetidas veces y entonces Irene despertó con el movimiento...
"Hija despierta, es la hora"
"Gracias mamá"
Intento moverse para levantarse y se vio toda mojada como todas aquellas noches, esta tampoco sabia lo que había ocurrido, lo más posible se dijo a si misma, que la pesadilla se había vuelto a repetir, pero aquella noche una prueba de que pudo ser real lo que ocurrió y lo que hemos leído, se veía claramente cuando Irene tomo la ropa de encima de la isabelina y estaba mojada y manchada de barro...
©Adelina GN


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