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MICRORRELATO
Las luces de la ciudad se apagaron. Mamá gritó nuestros nombres. Abrazadas al cuerpo obeso de la mujer que daría su vida antes que perder a sus hijas. María, Marta, Isabel y Adela cerramos los ojos porque ella así lo ordenó. Escuchamos la respiración de una bestia, o algo así. Entonces corrimos en la oscuridad por una ciudad llena de niñas gritando, en el horror, pero dispuestas a no morir. Por nuestras madres, decíamos. Y la bestia persiguiéndonos.
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