Corría tras él a diario. Mis esfuerzos por alcanzarlo me dieron una mayor preparación, con el tiempo logré un estado superior. Pero sin importar cuanto mejorara, él siempre estaba delante de mí. En pocas oportunidades creí alcanzarlo, pero al instante se escapaba dejándome con la mirada hacia el suelo, completamente abatido y desilusionado.
Mientras transcurría esta contienda cotidiana, ella estaba parada siempre en la misma esquina. Bella, luminosa, irradiaba paz y felicidad. En cada jornada yo la miraba al pasar y me decía: “Mañana... Mañana me detengo, hoy estoy por alcanzarlo”.
Ese día salí presuroso tras él, al cruzar por aquella esquina ella ya no estaba. La angustia, el dolor, la tristeza me detuvieron en ese momento y lugar. No podía comprender cómo pude haberla dejado ir, desaprovechado la oportunidad diaria. Mientras tanto... él se alejaba, lo vi desaparecer en el horizonte para siempre.
Comprendí demasiado tarde que por correr detrás del éxito dejé ir mi vida.
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