Soñé un día que vivía en un pueblo muy pequeño al sur de Andalucía. Era un 14 de septiembre. En el sueño era un muchacho de 28 años, de pelo rubio largo y muy mal vestido, llamado Bertín. Decidí salir por primera vez, de aquel invisible pueblo caluroso. De manera que me puse hacer auto-stop. De momento para una monovolumen de 7 plazas, naturalmente me acerque a la ventana del conductor y le pregunte hacia donde iba, me respondió que se dirigía hacia el norte, no especifico hacia dónde. El conductor amablemente me dijo que subiera a su amplio coche, una vez dentro, lo primero que me pregunto ¿Qué hace un coche familiar de 7 plazas vacío?
El conductor de la monovolumen decía llamarse Wily. Vivía con su esposa y cuatro hijos, eso decía Wily, Wily era un hablantín de cojones, hablaba por 7, como las plazas de su monovolumen. La verdad que Wily se puso tela de pesado, no paraba de hacer preguntas tontas como: ¿Qué hace haciendo auto-stop? ¿Te ha pasado algo con tu familia? ¿Qué edad tienes? ¿No tienes amigos? Wily era un ser muy aburrido, fíjate si era aburrido que en pleno interrogatorio me quede dormido. Cuando abrí los ojos me encontraba en “TAZONES-VILLAVICIOSA”. Wily seguía hablando (que barbaridad) le di, las gracias y suerte.
Era una mañana de septiembre y rayaba el sol en “TAZONES”, Bertín estaba muy contento “este es mi día” se decía a sí mismo; de repente aparece la lechera del pueblo con un fuerte caballo blanco sideral y me dijo que me montara. Una vez arriba del caballo me paseo por todo el pueblo y vimos unos cuantos personajes extraordinariamente raros para la vista de Bertín, que era un muchacho retraído, atormentado y soñador.
Bertín no podía articular palabra, entre otras cosas porque la lechera llevaba al galope ligero el caballo blanco, tanto movimiento hizo, que el miembro de Bertín comenzara a crecer de forma incontrolada. Me llevo a la famosa costa jurásica, casi me desmayo al ver aquella ría, parecía que hubiera descubierto un oasis, lo tenía todo; preciosos arboles verdes, arena fina, rocas distintas y un cielo abierto que quitaba todo el sentido.
La lechera amarro su caballo en un árbol de aquella maravillosa costa y comenzó a decirme, que en esta costa había estado un emperador “CARLOS V” y que tenía tradición ballenera, Bertín no mostraba interés alguno, estaba súper excitado, la cogí, la acerque hacia mí para que viera lo que había conseguido en mi pene, estaba a punto de explotar, ella no se cortó y me agarro con vehemencia, hay comprendí que iría al fin del mundo con ella. Finalmente estuvimos fornicando en la costa de “TAZONES” hasta ya no poder más.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales