Al filo de seis espadas fue tomado el noble caballero, dejando así al monarca solo, con la única protección de su edecán. El rey vislumbró el fin de su imperio, no quedaban bastiones que sostuvieran su hegemonía.
Por el rabillo del ojo el sirviente miraba al emperador, como ofreciéndole su vida. Pero el hombre anciano y sabio entregó su propia humanidad al ver acercarse cinco armas listas para el asalto; si el reino estaba perdido al menos su último acto sería altruista, salvar a un lacayo entregándose él mismo. Tal acción fue noble pero en vano... Dejó solo, librado a la suerte al pobre y asustado sirviente. Bastó con el siete de velos para capturar a la sota de copas, haciendo una hermosa escoba. Cobrándose así dos puntos en la última jugada.
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