Princesa de cuento en Austria

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El vuelo salía a las 8:00, mis nervios estaban a flor de piel, era la primera vez que viajaba sola. Levanté la cabeza, erguí los hombros, cogí las maletas y salí de casa, sin mirar atrás, ¡Austria me esperaba!.

Cuando llegué al hotel, me explicaron todo el itinerario del viaje, los sitios que visitaría, el grado de dificultad de los caminos y veredas,
Pasé el resto de la tarde en la piscina, relajada, observando a todos los que como yo habían elegido aquel maravilloso lugar. Un popurrí de lenguas, hacía todavía más, si cabe, el sitio más extraordinario.
Recordé cómo había cambiado en este año y medio. Un año y medio, en el que me he tenido que autoconstruir, poner mis propios cimientos, vigas fuertes para mí, para Ana Mirelles y no para los demás.
Una voz me sacó de mis pensamientos, -excuse me Miss , could you tell me where the dining room is?, - me quedé mirando para él, era un señor de unos cincuenta y cinco años, canoso, ojos grises con una breve sonrisa en sus labios.
- Pass down the center aisle , second right wing,- le contesté.
-Thank you.- Su voz era suave, pausada, esas voces que te transmiten tranquilidad, -y eso que solo me ha preguntado por el comedor, muy majo para ser inglés, -pensé.
El viaje al Tirol Austriaco me resultó extraordinario, era una delicia para los sentidos, mis ojos se impregnaban de aquellas montañas, me sentía libre, dueña de sus paisajes, era como si me hubieran estado esperando durante siglos. Castillos, cascadas, bosques que te hacen imaginar princesa o hada de cuento.
El grupo con el que iba era muy alegre y dinámico, por las noches cenábamos todos juntos, y después de cenar nos íbamos al bar del hotel y nos tomábamos unas cervezas e intercambiamos impresiones de lo que habíamos visto durante la jornada. Ahí es donde me percato que el inglés hablaba español, me tenía muy intrigada, era tanto que no me había atrevido a hablar con él, lo observaba, era tan educado y apuesto. Me contrariaba su edad, nunca me habían atraído los hombres mayores que yo.

El cuarto día me levanté muy activa, íbamos a subir al glaciar Pasterze.  
Miré el reloj, iba muy bien de tiempo. Sentí que tocaban en la puerta, abrí y no había nadie, me extrañó, mire para un lado y al otro del pasillo y nada, cuando voy a cerrar la puerta miro hacia abajo y hay una rosa roja con una nota, me agacho y las cojo temblorosa, la nota tenía una caligrafía elegante muy bien delineada que decía:
       Buenos días, princesa.
-Buenos días princesa, -baje al comedor a desayunar repitiendo letra a letra la frase de la nota, miré uno por uno a los que estaban desayunando, descartando que pudieran ser ninguno de ellos.
La subida era muy prominente, había que controlar muy bien la respiración.
Aquella mañana se me había pegado como una ventosa, el pesado de turno, no paraba de hablar, de tirarme los tejos, en algunos momentos pensé si sería él, el que había escrito la nota, pero descartaba rápidamente, era imposible que de él saliera tan bellas letras.
Paramos a descansar, y no había forma de quitármelo de encima, cada vez cogía mas confianza.
- Llevamos cuatro días de viaje y todavía no te has desmelenado, Ana.
- Yo no he venido aquí a desmelenarme, he venido a disfrutar de estos paisajes, ¡y tú, hoy me lo estas jodiendo!.
De repente...la voz, mis piernas empiezan a temblar, el pulso se me acelera.- Amigo Ramiro, el glaciar Pasterze es el mayor de los Alpes orientales y el único de gran desarrollo en el macizo de Gross Glokner, donde se localiza, la región más elevada de la cadena Hohe Tauern,  de Austria. Y, ¿sabes que en el último siglo ha perdido más del 30% de su superficie?.- Me mira directamente a los ojos, picando su ojo derecho. Yo quedo extasiada, esos ojos grises me hipnotizan. Le pasa el brazo por encima y se lo lleva.
Cuando llegamos a la cima, una paz cae sobre nosotros, las vistas imponentes, alucinantes panorámicas de 360 grados, viendo una serie de diferentes glaciares, hace que caigas en lo mágico, en lo sobrenatural, sintiéndote por unos minutos reina del universo.

La mañana siguiente me levanté tranquila, era el día libre. Decidí ir  Hallstatt, el pueblo más bonito del mundo a orillas de un lago o por lo menos para mi lo es, ver aquellas montañas majestuosas, que acaban en aquellas casas de cuento, llenas de flores en sus balcones, de distintos colores, al pie del lago Hallstätter See. Caminé por las calles, me impregné de ellas, entre en diferentes museos, y decidí pasar la comida en un barquito que ofertaba las vistas del pueblo desde el lago y comida para turistas.
Me senté en una mesa que me pareció iba a tener muy buenas vistas. Si en algún momento había dudado si era el viaje de mi vida, en aquel momento dejaba muy claro que lo era, estaba siendo increíble, alucinante.
- ¡Ana!. Era su voz, otra vez mis piernas empiezan a temblar, ¡me llamó por mi nombre!.
- Si, - intento disimular mis nervios.
- ¿Estás sola, puedo sentarme contigo?.
- Si, si estoy sola. Si como no, puedes sentarte.
- Que casualidad, hemos elegido el mismos sitio, yo, es la tercera vez que estoy aquí, me enamoré de él la primera vez que vine. Me suelo enamorar a primera vista de las cosas bellas.
¿Pero de dónde había salido aquel ángel?, era como si de su boca salieran en vez de palabras, notas de música. Por unos instantes me quedé hechizada, no podía dejar de mirar su boca, esperando que de ellas siguieran saliendo esas seductoras palabras.
-¿Ana, te ocurre algo?
- No, no, será el cansancio, han sido unos días muy intensos.- volví a salvarme por la campana.- Por cierto, no te he dado las gracias por lo de ayer, pensaba que me cargaba  a Ramiro, ¡mira que es pesado!.
- Fue un placer, espero que si me ves en apuros, vengas a salvarme tu a mí.- dijo, volviendo a clavar sus ojos en los mios.

 

La comida fue muy amena e interesante, me contó que realmente era español, lo que llevaba treinta años en Londres, trabajaba en la universidad, era profesor de lengua castellana. Su mujer lo había dejado cuando su hijo tenía cinco años, hoy en día su hijo vive independiente en Madrid, donde una vez al año él lo visita.

Nos bajamos del barco y decidimos dar un paseo al borde del lago, había poca gente paseando, empezaba a caer la tarde. LLevábamos un rato caminando, cuando de repente empezó a jarrear agua, corrimos hacia el primer refugio.

Ya en el refugio, nos entró un ataque de risa, no se si por lo ridículo de la situación, o porque era lo que llevábamos esperando desde el primer instante. Se acercó a mí, me cogió la manos y mirándome a los ojos me dice,- eres la princesa de mis sueños, he venido año tras año aquí, porque algo me decía que aquí te encontraría,- bajó sus labios a los mios y me besó, como nunca me habian besado.

Continuará.


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