Un grupo de hombres la violaron brutalmente. La dejaron estéril y medio muerta.
Se refugió en el ocultismo y organizó una sesión de ouija.
Llegamos a su casa. Nos pidió que lo grabásemos todo.
Quería difundirlo por Internet.
Me extrañó que ella fuera la única mujer del ritual.
Nos cogimos de las manos e invocó aquel nombre.
Sentí un abrumador cansancio y me quedé dormido.
Cuando desperté, estaba solo.
El vídeo ya circulaba por la red.
Tenía que salir de allí.
Velas negras colocadas por el pasillo alumbraron mis pasos.
Alcé la vista. Dos tétricas filas de cadáveres penduleaban en el techo con una soga en sus cuellos.
Horrorizado, aceleré el paso y me topé con un atril. Había un libro abierto por una página con una frase resaltada:
«Aluca: Demonio que agota a los hombres y los conduce al suicidio».
Apareció ella. Ya no era la misma.
Sus ojos se pusieron en blanco. Dos oscuras alas surgieron de su espalda.
Me entregó un cuchillo. Lo puse en mi garganta y me hice un profundo corte.
Antes de desangrarme, escuché gritos de pánico en la calle.
Más hombres se entregaban a la muerte. Todos seremos plato de su venganza.
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