Una niña de 8 años se encontraba arrodillada a un lado de la tumba de su madre. Ella había fallecido apenas 3 meses atrás.
La infante, con sus mejillas empapadas por el llanto se puso de pié y abrazó la lápida. Cerró sus ojos, y con los labios heridos por la sequedad que tenían, se dispuso a desahogarse. Le contó que su papá había muerto al poco tiempo de que su mamá murió. Le dijo que fue un suicidio, y le preguntó qué significaba aquella palabra. Hubo una pausa antes de continuar. Hipando, le dijo que la extrañaba mucho, mucho, y que la necesitaba. L edijo que estando a su lado, por más que no le contestara, se sentía mejor que cuando volvía a la casa de sus tíos, sus nuevos tutores. Le contó las atrocidades que éstos hacían con ella.
Cuando acabó de relatar lo ocurrido, el cielo ya se había tornado oscuro. Besó la lápida, despidiéndose. Pero antes, le dijo:
-Pero no te preocupes. No te odio ni nada. Sólo te amo. Además, los tíos me dijeron que pronto te voy a ver.-
FIN.
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