ECOS DE UN CRIMEN (parte 2 de 2)

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...

 

Llegó por fin al departamento y cerró cada una de las cuatro cerraduras.

Las luces de los autos que pasaban dibujaban imágenes paganas en el techo de la habitación. Boris estuvo toda la noche maullando mientras miraba hacia la puerta.

Por la madrugada el gato saltó fuera de la cama y la miró.

–¿Qué pasa, Boris? –dijo ella– ¿Tienes hambre?

El gato volvió a maullar.

Raquel se levantó y lo siguió, y así ambos llegaron hasta la puerta del departamento.

–Es tarde ya. Volvamos a la cama.

En ese momento escuchó pasos provenientes del pasillo del edificio.

–¿Quién anda ahí? –preguntó Raquel acercándose a la puerta.

Desde el otro lado golpearon la puerta y ella se sobresaltó.

Acercó su ojo a la mirilla pero no vio a nadie. Cuando bajó la mirada alguien volvió a golpear, y Raquel se fue a su cama corriendo para taparse asustada.

A la mañana siguiente fue a trabajar y notó que alguien la seguía, pero cada vez que se daba la vuelta no veía que nadie la estuviese observando.

En un momento pasó junto a una vidriera y en el reflejo vio que una persona vestida de blanco estaba detrás de ella, pero cuando miró hacia atrás no vio a nadie.

Comenzó a correr hasta que llegó a una cuadra vacía, entonces miró hacia atrás y pudo ver de nuevo a la persona vestida de blanco que había visto en el reflejo de la vidriera.

Intentó seguir corriendo pero entonces tropezó y cayó al suelo. En solo un instante la persona de blanco la alcanzó, y al mirar hacia arriba reconoció a quien estaba frente a ella; era la joven que había visto en la cámara de seguridad.

La vio como aquella noche, también en blanco y negro. Su rostro gris expresaba una tristeza infinita, y en su abdomen tenía una mancha negra que debió ser roja de tratarse de una mujer a color.

Raquel llegó tarde a la oficina ese día, pues antes fue a la comisaría a hacer la denuncia y a describir al hombre que había visto el sábado a la noche por la cámara de seguridad.

Esa noche durmió sin interrupciones; junto a Boris, quien se pasó las horas como una rosca gris enredado entre las sábanas.

 

 

FIN


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