Llegaba siempre antes que el resto de artistas.
Pasaba mucho tiempo en el mantenimiento de los títeres. Suponía un gran esfuerzo.
Trabajó durante años como celador en un hospital.
Sus actuaciones estaban marcadas por un ambiente macabro pero tremendamente divertido. Su público iba aumentando gracias a la opinión de algunos críticos que lo denominaron “El creador de vidas inertes”.
Consiguió un suculento contrato que le permitió ir de gira por todo el mundo.
Preparó sus títeres durante meses.
Debía adaptarlos a todos al tamaño de sus manos. Tuvo que abandonar su trabajo, y buscar otra forma de conseguir nuevos personajes.
Y así lo hizo, y todo fue gracias a su mujer. Le regaló su sueño. Poder trabajar codo con codo con su familia.
Fue una lástima que no viviera para ver hasta dónde habían llegado.
Recordó sus últimas palabras en su lecho de muerte.
«Sé que te queda una espina clavada en uno de tus espectáculos.
Por eso voy a hacerlo. En cada actuación te acordarás de nosotros. Ésta vez no tendrás que robar.
Ya me han dicho que no me queda mucho tiempo de vida. Debes darte prisa.
Acaban de sacarme a nuestros gemelos. Cógelos, vacíalos y hazlos triunfar».
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