Nada disfrutaba más que los domingos en familia. El Ingeniero Heriberto Hernández había logrado hermanar el éxito profesional con su vida familiar, enfocado a sus actividades laborales durante la semana, los fines disfrutaba de la convivencia con los suyos.
Hombre devoto, cumplía con sus deberes religiosos más por convicción que por obligación. La misa dominical era el preámbulo de la comida familiar donde departían y disfrutaban de los alimentos que juntos preparaban para la ocasión.
Heriberto, Amalia, su esposa y Betito, su hijo de 17 años, en esta ocasión elaboraban pizzas en el horno de leña que recién habían instalado en el patio.
Sentados a la mesa, después de dar gracias por los alimentos, Heriberto servía la pizza.
-- Preparé esta como te gustan, doble queso, albahaca y tomate deshidratado.
-- Mi favorita. – Respondió el menor.
Betito era su adoración, buen estudiante, era un joven serio y ordenado, nunca había dado motivo de queja. Incluso ahora inmerso en la pubertad mantenía con su padre una relación de amigos.
-- ¿Y cómo va tu libro? – Preguntó Amalia.
Heriberto estaba trabajando, a solicitud de la Cámara de Comercio, en un libro de estrategia empresarial.
-- Esta semana estuve trabajando el capítulo sobre tener estrategias alternativas, no podemos confiar en un solo plan de acción, hay que tener otro plan preparado en caso de que el principal falle, siempre tenemos que tener un plan B.
En ese momento Betito se levantó de la mesa intempestivamente, con los ojos desorbitados se llevaba las manos al cuello.
-- ¡Se está ahogando! -- Gritó Amalia.
De un salto la madre se colocó a espaldas del muchacho y fuertemente palmeaba su espalda.
Heriberto corrió hacia su hijo y apartando a su esposa, lo abrazó por la espalda colocando su mano derecha empuñada abajo del esternón y sujetándola con la izquierda empezó a apretar fuertemente, realizando la maniobra Heimlich, buscando expulsar el alimento obstruido y liberar las vías respiratorias de Betito.
-- ¡Está morado! Apriétale más fuerte. -- Gritaba la madre desesperada.
“Dios Mío, esto no puede estar pasando” – Pensaba Heriberto mientras continuaba con la maniobra.
-- Por favor Diosito, por favor ayúdame. – Exclamó angustiado.
Por más que lo intentaba no podía lograr que Betito expulsara el alimento que le impedía respirar.
Llorando la madre gritaba histérica:
--Apriétale más fuerte, se está muriendo.
Sin cejar en su esfuerzo, Heriberto clamaba desesperado:
-- No, Dios Mío, no, no te lo lleves, ¡Así no!
-- Se muere, ayúdalo, ayuda a tu hijo. – suplicaba la madre.
--Dios Mío, Dios Mío, por favor, por favor, ¡Ayúdame!
Pese a los esfuerzos realizados, Betito se derrumbó inconsciente. El muchacho estaba morado y su rostro expresaba una mueca de terror.
Heriberto cayó de rodillas frente al chico, mientras murmuraba:
-- Plan B.
En ese momento milagrosamente Betito arrojó el pedazo de pizza que momentos antes le arrebataba la existencia y desesperado inhalaba el aire que lo devolvía a la vida.
De la nada apareció un ser vestido de negro, que dirigiéndose a Heriberto, con voz grave exclamó:
-- Una vida por una vida.
-- Plan B. – Exclamó Heriberto al momento que exhalando su último aliento se desplomaba a los pies de su familia.
© migueltr@yahoo.com
Monterrey, México al 6 de Octubre 2016
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