MIEDO INFUNDIDO
Por Adelina Gimeno Navarro
Enviado el 15/10/2016, clasificado en Intriga / suspense
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La apartada llanura poblada de una espesa naturaleza, comenzaba en plena noche a iluminarse, los rayos y los truenos sintonizados entre ellos se ocupaban de proporcionar sonido a la habitación de Jorge, que abrazándose a si mismo, calmaba su pánico. Con la alcoba completamente a oscuras el joven, no gozaba moverse, su miedo no era infundido como muchos decían, su casa la había adquirido en una subasta, tan solo hacía un año y donde se encontraba era el lugar perfecto para que la leyenda hubiese ocurrido de verdad y fuesen ciertas las habladurías, que los lugareños contaban. De nuevo el estruendoso trueno lo estremeció, sus manos sujetaron su cabeza, para que no estallase de la presión que sentía en ella. Tenía pavor, desde que vivía allí, las tormentas se lo provocaban. Su sudoración fue en aumento, cuando un nuevo rayo dejaba el jardín como si fuese de día. Y en aumento continuaba su miedo al visualizar una esbelta figura negra, con un gran sombrero de ala ancha, y con una capa con la que se ocultaba el rostro. Aquella posible alucinación suya, le hizo recordar la historia, contada por una única superviviente, una niña convertida ahora en la anciana más longeva del pueblo...
Llovía mucho, y la tormenta me asusto, la negra figura con sombrero se iluminaba en cada rayo, hasta que en uno de ellos dejó de verse...
¡Mi padre ya no regreso!
Cuándo, lo volví a ver ya estaba muerto.
La autopsia confirmo que había muerto de un infarto
Pero yo se que fue aquella figura negra quién lo mató.
Aquel testimonio que se cernía sobre la casa que ahora habitaba Jorge, no era el único, pero sí el más reciente, cien años lo separaban de aquella siniestra noche. Había constancia en unos escritos que hacía doscientos años también de un hecho parecido, pero para aquel, solo el misterio servia de referencia.
¡Hostia! Exclamó Jorge al percatarse que cada cien años había ocurrido una muerte misteriosa en aquel jardín y con la presente figura del misterioso hombre, con capa y sombrero.
Se limpio el sudor que acumulándose en su frente caía sin remisión en sus ojos, los que sin remedio comenzaban a escocerse. Se asomó a la ventana, la lluvia caía con persistencia, a los rayos que le dejaban ver todavía la figura de aquel hombre, le sucedían los sonoros truenos, que lo sobrecogían, no podía quedarse allí esperando a que le ocurriese como a las otras victimas y viendo que aún quedaban horas para que terminase la maléfica noche, decidió huir del escenario y no dar la oportunidad de que lo asesinasen. Bajó lo escalones de dos en dos, sus piernas temblaban por el miedo de encontrarse al asesino en la entrada de la casa. Entonces un fuerte viento comenzó a soplar, y una de las puertas se cerró de golpe. Otro sobresalto más que añadir a la terrorífica noche que estaba viviendo. Si aquello persistía, no moriría asesinado, pero seguramente un infarto se ocuparía de ello. Logrando salir de la casa sin toparse con aquel misterioso hombre y cuando lo hizo ya no estaba, por lo que se acercó con sigilo...
¡Por favor no me haga nada!
Jorge sintió que alguien lo cogía por la espalda estirando de su camisa, sus palabras temblorosas y llenas de pánico, le hacían tartamudear, repitiendo una y otra vez aquella frase llena de suplica, mientras lloraba sin consuelo. En aquellos momentos la tormenta estaba allí mismo, por lo que rayo y trueno sonaron casi a la par. Su corazón se encogió de tal modo que no podía respirar bien, mientras su agresor no lo soltaba. Intentó girar la cabeza para ver quien era pero al a hacerlo un fuerte dolor en el pecho le hacía perder el conocimiento...
Sí, aquí fue dónde lo encontraron, por estas fechas hará un año.
¿Me habla del dueño de la casa?
Del mismo, un infarto se lo llevó.
Lo encontraron, justo al lado de éste árbol, cuando aún la rama lo sujetaba por la espalda.
¡Pobre hombre!
Pero vamos dentro, parece que va a llover.
Por fin aquella casa que había visto en una promoción de la inmobiliaria y que tanto le había gustado, ya erá de su propiedad. Acomodado en el sillón delante de aquel ventanal en la planta baja, observaba como las nubes se movían despacio, seguramente la tormenta no tardaría en llegar. Cuando se acercó a la ventana para correr la cortina, escuchó el primer trueno y se quedó mirando aquel árbol centenario...
Subió a la habitación y se sentó en el escritorio, a Toni le gustaba escribir y de no ser que hubiese un apagón, una noche de tormenta, con rayos y truenos erá propicia para ello. Y comenzó a escribir, el aparato eléctrico no tardo en a aparecer y a sobresaltarse por los sonoros truenos. En uno de aquellos miró por la ventana advirtiendo que otro rayo iluminaba el árbol haciendo que sus ramas y hojas formasen una sombra esbelta de la figura de un hombre con sombrero de ala ancha...
©Adelina GN
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