recaída I

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Ella miraba el horizonte con los ojos humedecidos, pensaba en como la sociedad se encargó de cambiar todo de ella. Como toda su inocencia infantil se le desmoronó con cada pequeño episodio de su vida.

 Ella era alta, quizás la más alta de todas las de su curso, era hermosa, quizás la más hermosa de todas, era perfecta, quizás la más cercana al concepto que perfección que todo el mundo busca en esta era, era el mundo lleno de vida en el espacio inhóspito, era la estrella que más brillaba en el firmamento, era el todo de él.

 Hacía calor, pero de ese calor sofocante de un verano intenso en alguna ciudad agitada, llena de smog y estrés; más bien era un calor perfecto que abrazaba a todo aquel que salía en esa tarde otoñal en aquella pequeña ciudad, tranquila y relajada que mostraba un ambiente humilde y lleno de recuerdos, ese escenario era el perfecto para cualquier novela de amor o desamor, perfecta para explayarse en versos de alguna poesía u oda, pero en ese momento a ella no le importaba, un ciclo importante en su vida había finalizado, quizás a la fuerza y muy de golpe, dejando una pequeña abertura en su cabeza que poco a poco iba soltando pequeños recuerdos de aquel amor que se alejaba a paso veloz desapareciendo en el horizonte tras doblar una esquina, misma que fue el lugar de encuentro entre ellos.

Ella empezó a caminar con dirección a su casa con los ojos brillantes como los de un gato al contemplar la luna llena en algún litoral o en las verdes praderas de un campo lejos de todo el mundo y  la civilización; caminaba a paso veloz para poder llegar a casa y sacar el corta cartón que guardaba en su armario para que su madre no se lo sacara como acostumbra hacer, quería volver a deslizar el filo por sus brazos y desahogar el dolor en el rio rojo que brotaba de sus venas y recorrían su antebrazo, había vuelto a recaer en lo mismo, no aguantaba más, miraba sus muñecas con marcas de guerra contra ella misma, sentía vergüenza de cómo era, de sus marcas, pero a la vez esas marcas eran la única ayuda y consuelo que recibía, ya se estaba acercando a su casa y ya se había divisado frente al espejo semidesnuda con el maquillaje corrido por el rostro destruido, ya se había imaginado a su madre, fumando su tercera cajetilla de cigarros sin preocuparse de ella y sin tomarle atención, ya se había imaginado a su padre en el bar que construyo en el sótano, embriagándose con whisky, tirado en el sofá de terciopelo verde, ya vio prácticamente el resto de su día en la mente, ha empezado a llover, eso mostraba los cambios bruscos que daba la vida, como de un momento donde la calidez del sol reinaba las calles fue arrebatado por las lágrimas de las nubes que no aguantaban más su vida en el cielo, vio como algunas personas corrían a refugiarse de la lluvia, vio a otras intentando ponerse carteras, maletas, diarios, libros o lo que sea para cubrirse el cabello, todos parecían tener hidrofobia, todos a excepción de ella quien alzó la cabeza para que las gotas aterrizaran en su cara y resbalaran por sus mejillas confundiéndose con algunas lágrimas que salían de los ojos celestes de ella, de un momento a otro se encontró frente al umbral de su puerta, se secó las lágrimas que le brotaban por los ojos y tiritando giro el pestillo de la gran puerta blanca.

 Al entrar no vio a su padre (quizás salió a tomar, como siempre) pensó ella, vio a su mamá en la terraza con un cigarrillo en su mano, la saludo con total indiferencia y sin percatarse de que su hija había llegado empapada como perro de la calle; ella subió rápidamente las escaleras, cerró de un golpe la puerta, puso música y agarró el corta cartón, estaba a punto de recaer, apunto de volver a los episodios de los que más le costó salir cuando sonó su celular, era él, su mejor amigo, quien la había ayudado a salir de lo que iba a recaer y sin saberlo, él nuevamente la salvó, fue muy preciso que ella se sobresaltó tanto que se le agito el corazón tan fuerte que podría escucharse desde la esquina, se le podría comparar con el corazón del viejo en la obra de Poe, esperó un poco para tranquilizarse y cuando estuvo dispuesta a contestar se dio cuenta que ya había comenzado el coro de la canción predeterminada de su mejor amigo “ you are beautiful is true” contestó con un poco de nerviosismo a él.

Buenas tardes

(Siempre él la trataba con una gran formalidad, aunque su voz ahora sonaba más apagada tomando en cuenta su gran carisma)

Ho- hola… ¿Cómo se encuentra? Bien, ¿y tú? Te escucho medio apagado No es nada, solo estoy algo… “cansado” pero eso no importa quiero que me diga la verdad ¿La verdad de qué? ¿Cómo está? ¿Porque no me cree? La vi llorando al pasar frente a mi casa

Hubo un silencio

Dígame, él la dejó

Hubo otro silencio que confirmo lo que él temía

Entiendo, me tengo que despedir, hasta pronto Adiós

Fue lo único que pudo pronunciar cuando se cortó la llamada, quedo en estado de shock cuando sonó el timbre de su casa, era él, su mejor amigo, la había llamado cuando venía para su casa, llegó a tiempo para salvarla, como un héroe, ella quería abrazarlo pero solo pudo recibirlo con un suave y cálido beso en la mejilla, él con una delicada sonrisa que mostraba sus dientes perfectos le dijo

Vamos, tengo que enseñarte algo

Ella se dejó conducir hasta el asiento del copiloto sin decir ni una sola palabra, él se sentó frente al manubrio, encendió el motor y en un parpadeo acelero rápidamente hasta un pequeño bosque cerca del instituto donde ambos estudiaban.

He encontrado algo que de seguro la animara, aunque sea un poco ¿Qué es? Ahí va a ver, tiempo al tiempo

Ellos se adentraron un poco en el pequeño bosque, había dejado de llover y unos pequeños rayos de sol atravesaban las ramas de los altos árboles y hacían brillar un hermoso río cristalino con una pequeña cascada, el paisaje era un mundo casi mágico y maravilloso

Wow

Exclamo ella, él le tapo delicadamente la boca

Mira allá

Era un pequeño ciervo con su madre quienes tomaban agua del rio, eran bellísimos, pero cuando los vieron saltaron a esconderse, dejando solos a ella y él

Wow

Dijo ella

Wow

Replicó él

Se quedaron mirando por largo tiempo

Quiero ayudarla, no me gusta verla mal, sobre todo por un idiota como él Lo sé, por eso eres mi mejor amigo Ya, volvamos a su casa, no quiero que la regañen bueno

Salieron del bosque hasta el auto y partieron rumbo a la casa de ella, quien tomo su libreta y empezó un nuevo boceto de aquel ciervo y su mamá tomando de esa cristalina agua, empezaron a caer gotas, pero no de una nueva lluvia, sino de sus grandes ojos


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