Por eones, he vagado por esta tierra, buscando algo que me completase. Un motivo para vivir como el resto de este mundo. Cuando me crearon, no tenia una consciencia que me guiara en este viaje de indecisiones y caos. Después, solo me dejaba llevar por aquello que decían. Me sentí esclavo, prisionero de designios que no eran míos, y al final deje de seguir ordenes.
Empecé a pensar por mi mismo, buscando aquello que me hiciese feliz en este mundo. Seguí un camino de rectitud y bondad, ayudando a aquellos que encontraba en mi viaje. Les di mi comida, mi bebida, mi cama y mi sabiduría. Me dejé mis riquezas por los demás, y me sentí bien...
Mi alma estaba limpia, y hacía algo de lo que la sociedad se sentía orgullosa.
Pero en el fondo, el vacío de mi alma seguía sin llenarse. No importaba la ayuda ni la compasión que mostraba, y la sociedad no hizo nada por ayudarme a mí, a uno más que solicitaba ayuda.
Traición, así se llamaba lo que me hicieron. Después de todo lo que hice por ellos, del sacrificio de todo lo que tenía, del esfuerzo que había gastado en lo que era bueno para este colectivo llamado humanidad... me abandonaron a mi suerte como se deja a un perro en la carretera.
!Malditos sean todos! Me vengué con rapidez y firmeza, dejando una marca en su preciada sociedad que tardaría un siglo en quitarse. Me liberé a mí mismo del dolor de la molaridad como un fénix se alza de sus cenizas; la vida entro en mi como un torrente de furia y odio.
Me salí del camino de medias verdades e insensatez, y desprendiéndome de mi inocencia me tire al mar de sombras y vileza, donde la inmoralidad y el caos me esperaban. Lleve a cabo todos mis deseos, sin importarme cuantos sufrían por mi culpa.
De hecho, empecé a desarrollar un extraño placer con el sufrimiento. Me libere, robando y aterrorizando, asesinando y destrozando a mi antojo. Mi corazón se lleno por primera vez de orgullo en mucho tiempo. Los colores tomaban forma a mi alrededor, y los olores entraban en mis fosas nasales con fuerza necesaria.
Pero no era suficiente.
Y una noche fría, en la oscura senda de muerte que había tomado, apareció algo diferente. Mi primer impulso fue el de acabar con ese extraño ser, que sin duda vino a mí con intenciones ocultas. El cuchillo tenía listo cuando ocurrió.
Una sonrisa. Ni solicitada ni querida, una sonrisa de perlas celestiales iluminó la oscuridad de mis ojos. Los ruidos se hicieron notar: lobos aullando, grillos cantando ante la luz de una luna que no sabía ni que existía.
¡Descabellados sentimientos me turbaron en ese momento! Al hablar yo, aquello respondía. Al intentar escapar, aquello me seguía. Al pararme, aquello paraba su paso junto a mí. No maté aquel sentimiento, por miedo a que no lo volviera a tener. ¡Miserable me sentía! ¡Yo, que a hombres y mujeres he apartado con gélido espíritu!
Que noche más terribles, que días tan brillantes. Huir era mi única opción, pero en mi interior mi sangre caliente me imploraba que no matara tal sentimiento tan ajeno a mí. ¿Qué podía ser aquel sentimiento? ¿Un nuevo tipo de odio que no había experimentado?
Paso el tiempo, y con aquello me encontré decenas de veces. No entendía nada, mas como iba a entender lo que me pasaba. Anduve perdido, buscando respuesta a mi pregunta.
Y un buen día de Febrero lo entendí. Había encontrado algo superior a la sociedad, y también a la libertad. Aquello era incomprensible para la moralidad y la corrupción. Pureza sin destilar, que definitivamente había tenido una intención oculta todo este tiempo. Aquello era eso.
Por fin, un buen día de Febrero encontré la respuesta.
Había encontrado aquello que me completaba.
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