EL RELOJ ROJO
Por Txus Iglesias
Enviado el 25/10/2016, clasificado en Intriga / suspense
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EL RELOJ ROJO
TAC-TAC-TAC.
De nuevo, insomnio. ¡Condenado reloj gritón! Y es que desvelarse, bruscamente, a las 3 de la madrugada, a Ettore Corlani le sentó como si le aplastara una apisonadora: sus ojos estaban más abiertos que los de un búho adicto al café. Sin embargo, su cuerpo le pesaba como plomo furioso y su cerebro era un estanque de agua blanca.
Ettore estaba más que hastiado de aquel escandaloso reloj de la cocina que sonaba tan fuerte así que, apartó las sábanas y se levantó, a oscuras, de muy mal genio. ¡Estaba dispuesto a estrellarlo contra el suelo y hacer morir ese simplón pero machacón “tic-tac”!
El hombre comenzó a caminar a tientas por la habitación y, en un gesto inconfundible de amor, no le dijo nada a su escultural mujer, la modelo Nora Navone; la cual debía dormir profundamente. Aquella noche tenía como la holgazana sensación de que él había visitado las calientes montañas del Norte de su esposa además de su aguada gruta del Sur y ella también había degustado el fálico esplendor de su marido. Sin embargo, era solo una sensación borrosa porque Ettore no la recuperaba claramente en la zona reminiscente de su cerebro.
TAC-TAC-TAC-TAC.
La mente de Ettore estaba completamente vacía porque padecía una pequeña – pero crónica – psicosis post-vigilia. En efecto, en los cinco primeros minutos de sus habituales desvelos no recordaba nada de nada del día anterior. Solo tenía la impresión que aquella jornada precedente había sido agotadora pero no recuperaba, de momento, la razón exacta de ni siquiera porqué se fue a dormir tan pronto. Únicamente, le venían unas débiles imágenes sobre que había estado todo el día pasado intentando hacer unas fotos.
TAC-TAC-TAC-TAC-TAC.
El hombre descartó oir la radio para entrentener la vigilia y avanzó, con pesadez, por el pasillo buscando el molesto reloj, dispuesto a darle un martillazo ¡Sí! Cuantas veces le habría dicho a su bella mujer que vendiese aquel maldito trasto, que ya no tenía el susurro manso de cuando ella se encaprichó de aquel “cuentahoras” y él tuvo que regalárselo forzosamente, hace tres años, como un esclavo enamorado de su diosa.
Vende l’orologio, vende l’orologio, vende l’orologio…le repetía él al cabo de un tiempo. Con sus dos chillonas agujas que no tenían piedad de nadie y que deshonraban incluso a su padre, el Tiempo, aquella máquina otrora sincronizada cada vez latía más fuerte y más seguido.
Vende l’orologio, vende l’orologio…le repetía él a Nora, siempre en idioma italiano, para que se deshiciera del cacharro de la pared de la cocina y lo vendiera.
TAC-TAC-TAC-TAC-TAC-TAC.
¡Un momento! Ettore cayó en la cuenta de algo… ¡Pero si aquella repetitiva frase dicha a su mujer no era real! sino que era una muy obsesiva pesadilla la cual debía haberle despertado, un intenso espejismo onírico que le había confundido esa misma noche: vende l’orologio, vende l’orologio, vende l’orologio… Realmente, no existía tal reloj y no tenían ninguno en casa.
Entonces, llegó a la cocina en medio de la oscuridad, apretó el interruptor de encendido lumínico y contempló una imagen dantesca. Su esposa no estaba en la cama como a él le había dado la impresión , pasa mucho cuando te levantas a esas horas de improviso y sin luz. Por contra, Nora debía haber ido a tomar un vaso de agua y alguien, por lo visto muy silencioso, la había tumbado en la mesa de la cocina y la había asesinado, clavándole un cuchillo de modo más que brutal.
Ettore quedó petrificado. Iba a emitir un grito gutural, sentirse culpable y llorar con desgarro que amaba a su mujer cuando comenzó a pensar en lo que, de verdad, había pasado. Aquel momentáneo insomnio-amnesia dejaba paso a una marea de especulaciones en su mente, como una bruma que se despeja lentamente: ¿Cómo es que él no había oído nada?¿Y si hubiera podido salvarla?¡Seguro que había sido obra de un temible clan rival!
TAC-TAC-TAC-TAC-TAC-TAC-TAC.
Pero una oleada todavía más fiable de consciencia le sobrevino y le dejó totalmente transparentes los hechos recientes. Ettore se calmó del todo y el dolor de su ánima se le pasó enseguida. Recordó nítidamente, por fin, que le había empezado a hacer el amor, salvajemente, a Nora en la mesa de la cocina hacia las 12 de la noche, hacía unas 3 horas. Entonces, él cogió de la mesilla próxima unas perseguidas pruebas fotográficas de una infidelidad de ella con su enemigo, Giuseppe Graziani, se las mostró a su mujer justo antes de llegar ella al climax sexual y, acto seguido, Ettore asesinó a su propia esposa con el mencionado cuchillo homicida:
-“Esta otra penetración ya no es tan placentera eh?”-le gritó él fuera de sí y a causa de su acumulada espiral de celos.
Después de eso, se relajó siniestramente, borró las huellas del mango del arma y Ettore se fue a dormir rendido y complacido por su mortal placer sexual aunque postrero y terrible éste para su esposa. Mañana ya conseguiría él otra amante de su harén particular en Nápoles. Antes de cerrar los ojos Corlani pensó montar en una representación teatral ante su gente, es decir, la incriminación hacia Giuseppe Graziani sobre el asesinato de su esposa. El mismo Ettore resultaría inocente y mandaría liquidar a Graziani como “justificada vendetta”. Era fácil para él fabricar un inteligente montaje sin escrúpulos.
En realidad, el poderoso mafioso Ettore Corlani, efectivamente no tenía ningún reloj en su domicilio sino que era todo el tiempo la sangre de Nora que goteaba, muy lentamente, hacia el real suelo lo que realmente se había mezclado con sus sueños, en definitiva, lo que le había despertado. Mortal secreción carmesí desde una redondez que no era metálica sino cárnica y de cima erecta, es decir, era el esférico pecho izquierdo de Nora derrotado por el filo del arma y sollozando, de manera intermitente, un ritmo escarlata la propia protuberancia femenina.
TAC-TAC-TAC-TAC-TAC-TAC-TAC-TAC
El absoluto silencio nocturno de Palermo (Sicilia) dejaba despejado el camino sonoro al insistente “reloj rojo”, "l’orologio rosso", que emanaba del cuerpo de la desdichada a las 3 de la madrugada. Era Cronos disfrazado de hermosura colorada.
TAC-TAC-TAC-TAC-TAC-TAC-TAC-TAC-TAC
Escrito por Txus Iglesias.
***Nota: Este relato “thrilleresco” de ABSOLUTA FICCIÓN, además fue leido por la presentadora Laura González, el 27 de Septiembre de 2013, a las 3 de la mañana, en el programa de Radio-3 “Todos somos sospechosos”. Si además quieres escucharlo pinchar aquí, “El reloj rojo” empieza hacia el minuto 6:
http://www.ivoox.com/todos-somos-sospechosos-el-circo-las-audios-mp3_rf_2394562_1.html
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