-Sólo una vez he amado de verdad –le dije con la mirada clavada al suelo. Mi cabello me cubría la cara, de modo de que él no podía ver mi cara. Qué bueno que no lo hacía– Y me hirieron.
-Bueno, eso no significa que yo…
-Lo sé –interrumpí, encarándolo– Sé que no necesariamente será así contigo. Me refiero a que no estoy lista…
-¿No estás lista o aun tienes miedo? –preguntó mirándome a los ojos. Juro que en ese momento vi lo mismo que alguna vez hubo en mis ojos: impotencia. Entonces, algo dentro de mí explotó.
-¡Tengo mucho miedo! No quiero sufrir otra vez, maldición. Temo que me hagas lo mismo, que un día me ames y al día siguiente te vayas como si nada porque soy “poca cosa” o porque simplemente encuentres a alguien mejor que yo. No estoy dispuesta a darlo todo de nuevo y que no sea valorado, no estoy dispuesta a amar de nuevo y que me rompan tal como él lo hizo… Él me dejó seca, me dejó sin ganas de enamorarme de nuevo, me llevó a esa parte del amor que nadie quiere conocer. El muy maldito se llevó todo de mí y lo destruyó en mi cara. ¿Sabes que es lo más estúpido? ¡Qué lo seguía amando! Yo tenía la puta esperanza de que él me amaría con la misma intensidad con la que yo lo hacía… Se fue haciéndome sentir que no era suficiente para nadie, y a lo mejor así es…
-¡No digas eso! –interrumpió alzando la voz. Hasta ese momento me di cuenta de que yo estaba llorando. Las lágrimas calientes me habían llenado la cara por completo. Me sorprendí al encontrarme temblando– Es un asco, lo sé, también he amado y he sido completamente ignorado… pero soy de esos ingenuos que aún cuando todo le ha salido mal, sigue creyendo en el amor –se relamió los labios y unió sus manos– Tú no eras suficiente para él –lo encaré, procesando lo que había dicho– Tú eras demasiado para ese idiota, más de lo que algún día podrá tener... Lo que haya dicho o hecho ese cabrón, NO te de-fi-ne –acercó su mano a mi mejilla, temeroso de un rechazo. Lo dejé tocarme y que limpiara mis lágrimas, permití que su mano recorriera mi cara– Eres más de lo que algún día podré tener. Eres preciosa, tus ojos son hermosos, tu risa es como una melodía, eres una chica llena de sentimientos puros detrás de la chica gris que aparentas ser. Te conozco lo suficiente para asegurarlo. Pedirte que no temas puede sonar estúpido –sonrió– Pero sí hay algo que puedo pedirte –hice un gesto para animarlo a hablar– Qué me dejes amarte.
Y antes de que pudiera decir algo, me besó. No me hice a un lado, no sé porque, pero ahí me quedé, intentando seguirlo. Me sentía peor que antes… tengo el mal hábito de amar a quien no me ama, y de herir profundamente a quien me ama. Así de mal funciono, así de estúpida llego a ser. Y algo me decía que esta no sería la excepción…
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