FOTOS EN LA MADRUGADA ASESINA ( 2ª PARTE)
Por Txus Iglesias
Enviado el 10/11/2016, clasificado en Intriga / suspense
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FOTOS EN LA MADRUGADA ASESINA ( 2ª PARTE)
– ¿Tony que haces aquí? Él…él…solamente es un amigo- balbuceó aterrorizada la bella mujer, a la cual no le había dado tiempo a irse del bar.
-¡¡Venga, vámonos!! y tú, como te llames, ya ajustaremos cuentas en otra ocasión y en otra parte, ¿eeeh? “novio de mi mujer” –le amenazó Tony al otro hombre.
Segundos después, ante un impertérrito Jimmy, el siempre extremadamente celoso Tony Dagger se llevó a Donna sujeta violentamente por el brazo; insultándola delante de los escasos y beodos clientes del tugurio y empezando una discusión en la calle:
– ¿¿Que hacías con ese tío?? ¡Eres mía incluso después de que te mueras!- bramó Dagger.
-¡Yo no soy de nadie y deja de seguirme todos los días. Siempre me montas escenas delante de la gente ¡Estoy harta de ti! Te recuerdo que estamos divorciados hace 10 días. ¿Por qué no te vas con esas dos pelandruscas tuyas? ¿O crees que no lo sabía ya hace tiempo?
– Pero ¿de qué hablas? Estás completamente paranoica – negó él con una sonrisa irónica.
-¡Mira, mira, toma, toma, mentiroso! Ahí te arrojo varias fotos que tenías de cada una en tu cajón de tu mesa de trabajo!- gritaba Donna con los nervios rotos y con lágrimas por toda la cara, lanzándole despectivamente las innegables pruebas.
Tony había arruinado la vida de ella hace tiempo. Una paliza en el mes anterior (de las innumerables que le había dado), finalizó con un golpe en la cabeza contra Donna, el cual le había derivado en unos violentos mareos que no presagiaban nada bueno. Ella ya no podía más, se hallaba al límite.
En medio de graves improperios y pelea ex – matrimonial por lo de Jimmy en Joey’s Bar y por lo de las dos “queridas” del propio Dagger, ella y el malnacido de Tony arribaron por inercia hasta una solitaria plaza cercana que frecuentaban hacia 15 años; incluso desde que fueran novios. Sin darse cuenta, siempre acababan en ese lugar.
Desde que salieron del local, ella se había pasado todo el camino sollozando desconsoladamente, pero, de repente, aconteció un brusco cambio en su cara y rió con gran malicia. Aquella burlesca faceta apenas nunca antes se la había visto su ex – marido, el investigador privado.
-¿Te gustó como representé mi papel? Sabía que me seguirías hoy, como siempre. Los constantes y enfermizos celos que otras veces tuviste, Tony, ahora te costaran caros. Incluso le había dicho a Jimmy que fingiera una gran sorpresa cuando entraras a por mí. Te tendimos una trampa. Cuando le entregue las dos fotos al hombre del bar, sabía que estarías mirándonos y espiándonos desde ahí fuera en la calle –se carcajeó Donna aunque con el alma quebrada en el fondo de su ser.
-¿Pero… pero…pero…. que dices? No entiendo ahora absolutamente nada de lo que cuentas – reprochó él, algo confuso también por el alcohol, pero con inminente intención de apalearla por enésima vez.
Fue lo último que el detective balbuceó estúpidamente porque a Tony no le dio tiempo a más, ya que una bala hizo volar sus sienes. Donna cerró los ojos y rezó para que Jimmy no fallara con ella tampoco. Otro susurrante ¡piuggg! reventó su preciosa testa y estropeó sus rizados cabellos.
El francotirador apodado “El Anguila” por su legendaria velocidad para escurrirse, quitó el silenciador y guardó en su funda su pequeño pero ultra-preciso rifle; con el cual había disparado a 30 metros de distancia. Había esperado el momento justo de cuando la pareja llegase a la plaza para luego encañonarles con su arma.
Sabía perfectamente que la policía no lograría incriminarle ni tampoco averiguarían que la propia Donna Redstone era la organizadora del turbio asunto. Se acercó al cadáver de la mujer que le había encargado aquel trabajo y le extrajo los 20.000 dólares de su bolso, el cual dejo abierto, tirado y desordenado.
Aquello debía parecer un atraco. La cantidad de dinero mencionada era el justo acuerdo económico con la suicida Donna, a la cual Jimmy nunca había visto antes de aquella asesina madrugada.
– Aunque para mí lo de pedir las fotos de mis víctimas es rutina, ha sido usted peculiar en ésto mismo y en la forma de montar su propia muerte y la de su marido – le dijo él en voz baja a la ya mujer difunta.
Jimmy “El Anguila” Cormack jamás había sentido lástima por nadie pero, por una vez en su vida, pensó en las buenas personas que no pertenecían a su sórdido mundo y se imaginó como sería aquel sentimiento. Intento sentir algo que se le aproximara a tener pena acerca de Donna Redstone.
Nadie debía sospechar que ella misma había organizado su propio asesinato y el de su ex esposo, así que cuando llegase a su guarida quemaría las fotos de los propios Tony y Donna, las cuales ella misma le había entregado antes, en el Bar de Joey.
– Era lo que la sra. Redstone quería – pensó el profesional de la ejecución.
Antes de alejarse y perder de vista los cadaveres, el asesino soltó a 25 metros de distancia un casquillo de bala de otro tipo de arma que utilizaba su rival, Miguel “El trampero”, atracador profesional. El propio Jimmy había conseguido recoger ese pequeño cartucho metálico tras un descuido del otro, el año pasado; tras unos disparos del propio Miguel a otra gente.
Ya se encargarían los sabuesos de la comisaría de encontrar, esta vez, la pista “despistadora” dentro de dos o tres horas; ante la alerta de los vecinos. Una vez, hecho ésto con sumo tiento, “Anguila” Cormack se esfumó velozmente en la noche de New Jersey como era su costumbre habitual.
Texto disparado por Txus Iglesias.
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