Aceptó quedarse allí. Amaba la soledad y la vacante en aquel faro le pareció el trabajo perfecto.
Contemplaría eternamente la impagable visión de un horizonte infinito de olas y estrellas.
Al llegar la primera noche encontró una antigua caja de música. En la tapa podía leerse “ La dama del faro ”.
Decidió abrirla. En su interior apareció la miniatura de una mujer dando vueltas al compás de una triste melodía.
Sus dedos acariciaron aquel diminuto rostro y, de pronto, la música cesó. La figura de la dama se movió hasta detenerse ante sus ojos.
Asustado, retiró su mano de ella, y escuchó una voz de ultratumba que le dijo…
«Quédate conmigo». Tembló de terror y tiró instintivamente la caja al suelo.
Empezó una terrible tormenta. El mar embravecido creó gigantescas olas que se estrellaron furiosas contra el faro.
Un rayo iluminó el interior. Su rostro palideció al vislumbrar una silueta femenina. Era ella, le miró fijamente. Luego se acercó, y le acarició la cara.
Tras notar aquella fría piel en su rostro, el hombre sintió como menguaba su cuerpo hasta casi desaparecer.
La melodía sigue sonando allí arriba en las noches de tormenta, solo que ahora, la bailan dos figuras.
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