sencillamente un trozo de tarta de manzana
Todo comenzó en la playa 22, estaba disfrutando de una porción de tarta de manzana en la joya terraza de la única cafetería de la zona. Serían las 16:22 de la tarde. Vestía una camiseta lisa blanca, bermudas anchas, hasta las rodillas y calzaba unas chanclas de playa. Era una tarde despejada. No era aún verano, pero hacia demasiado bochorno.
Emiliana era una joven muchacha que gozaba de una sencillez poco común por; su manera de hablar, vestir, pensar. No era como, las demás chicas de su edad, Emiliana no se quejaba de nimiedades, no se le pasaba por la cabeza, maquillarse, llevar tacones, vestidos. No le daba valor a la estética, era una chica natural que iba a contracorriente, su comportamiento era contrario de la sociedad actual (era una autentica iconoclasta).
La tarde se estaba desarrollando bien, hasta que llegaron unos hombres como rinocerontes en desguace, de muy muy mala manera, con comentarios impropios de hombres NO civilizados. Haciendo que la gente que estaba tranquilamente en la terraza se alarmaran y giraran los cuellos hacia los hombres (por llamarlos de alguna manera). Inmediatamente estos sujetos, empezaron a increpar a tres chicas y un chico que permanecían en una mesa, estos jóvenes, incomodos y agredidos verbalmente se tuvieron que marchar por los improperios y groserías que soltaron por las hediondas bocas. Mientras tanto Emiliana se mantenía entretenida con su trozo de tarta, como si, con ella no fuera la cosa. Esa actitud llamó la atención de estos barbaros, cuando de momento uno de ellos le suelta a Emiliana.
– he tú niñata, me das un poco de lo que comes – dijo, uno de ellos con aires de superioridad.
– no, y gracias por lo de niñata – respondió Emiliana segura y serena.
Los hombres se miraron entre ellos y echaron una risotada, con un tono de sorpresa, debido a la respuesta. Otro de ellos volvió a la carga.
–No nos estará vacilando verdad, machorra de mierda- insultó sin respeto.
–parece mentira que tres adultos como ustedes, sean tan mal educado, Siento vergüenza, dejadme en paz- replicó, Emiliana sin miedo alguno.
La cosa se fue poniendo cada vez más seria. Estos individuos no podían creer que una joven muchacha se achicara ante ellos. Entonces, otro de estos hombres se levantó, se dirigió hacia la chica y sin ningún motivo aparente, la agarro por uno de sus brazos y la empujo fuertemente. Emiliana valiente y consciente se puso frete del que la empujo y de los otros dos.
–Si tenéis algo contra mí, iros al cuartel de la guardia civil o policía local y poner una denuncia- dijo vocalizando cada una de las palabras.
Esto molesto mucho a los tres hombres que, sin ni siquiera mirar atrás, se lanzaron sobre el cuerpo de ella haciéndola rodar escandalosamente hasta chocar con la puerta de la cafetería. Intento ponerse de pie, pero no pudo, había perdido el conocimiento de los porrazos recibidos. Inmediatamente salió la gente que estaba dentro de la cafetería y rodearon a la chica intentando ayudar y comprender qué estaba pasando. Los hombres al ver que, la gente rodeaba a la chica, como una especie de anillo circular, salieron corriendo como hacen los inmodestos cuando le enseña los colmillos.
En ese momento dos chicos (una pareja) que se encontraba en el lugar de los hechos, vieron que Emiliana no reaccionaba y rápidamente la llevaron al centro de salud.
Fue varios puñetazos en el rostro y unas cuantas patadas en el vientre, además del empujón que la hizo chocar con la puerta. Cuando Emiliana recupero el conocimiento y, se miró al espejo, descubrió por un hilo de luz que le permitía uno de sus ojos, que tenía la zona frontal de la cara destrozada e intuía que la parte del abdomen se encontraba igual o peor porque le dolía bastante. A todo esto, el centro de salud dio parte de lo sucedido y automáticamente la denuncia.
Había pasado una semana de la agresión que había sufrido Emiliana, pero ella seguía implacable con su vida, como si no hubiera pasado nada. Incomprensiblemente para una joven como Emi, con lo que conlleva ser brutalmente golpeada, agredida sin pudor, por tres machistas, homófobos, excéntricos, anormales, infelices, en todos los aspectos; tanto psíquico como físico. Emiliana era un ser diferente.
Debido a la denuncia del centro de salud, llego el día del juicio por agresión de “tres hombres a una chica en la terraza de la cafetería de la playa 22”. Cuando los tres hombres entraron en la sala del tribunal, se sentaron y, al mirar hacia el estrado se quedaron petrificados, ninguno se atrevía a mirarse entre ellos, al ver quien estaba en el sillón del juez.
En la sala, bajo la mirada, de abogados, fiscal y demás miembros de la sala, la juez Emiliana puso en marcha el procedimiento protocolario de la vista, mientras lo hacía se le proyectaba en la mente las imágenes de lo sucedido aquel día. La juez Emiliana suspiro, levanto la mirada y dio por terminado el juicio de tres agresores varones a una juez.
A la mañana siguiente estaba la gente desayunando en la cafetería de la playa 22, en donde pasaron los hechos, leyendo en el periódico local, la historia de la juez agredida por tres hombres en la terraza de una cafetería.
La profesionalidad de una joven juez, que no se aprovechó del sistema establecido y su condición de poder y, así abusar de su profesión y castigar con dureza a los agresores, se había convertido en un caso extrovertido, abierto, que había conmovido a la opinión pública. La historia se fue convirtiendo cada vez más grande y con ello toda clase de hipótesis; comentarios en televisión, radio, supermercados, mercadillos, peluquerías y por supuesto tertulias interminable en cada una de las casas.
¿Cómo es posible que una joven mujer iconoclasta, antisistema, apolítica, sin ideología, pero profesional en su trabajo pudiera ser noticia?
Dos años más tarde, Emiliana fue elegida como presidente del tribunal supremo, reunía con creces las condiciones exigidas. Al fin, la juez Emiliana se dio cuenta que para triunfar en la vida tenía que actuar en conciencia y no esperar nada a cambio.
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