La Risa de la Muerte (3/3 Final)
Por Jaimeo
Enviado el 26/11/2016, clasificado en Intriga / suspense
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Una Explicación Lógica.
“ Ese día sábado nos pagaron el sueldo y con Carlinche, un compañero de trabajo, pasamos a un boliche a beber un par de cervezas y emprendimos el retorno a casa, en la población Libertad, al costado norte del cementerio.
“Para llegar luego a mi casa, tomamos el atajo empinado que evita la tremenda vuelta pavimentada por donde llegan las procesiones de los funerales.
“Allí, doña Anita, que vende trago pa’ callao estaba con un par de “sobrinas” en la puerta. Ya estaba oscureciendo y nos invitó a pasar a su negocio ilícito; “se nos calentó el hocico” y seguimos “chupando” hasta la medianoche, supongo; francamente perdí el conocimiento de borracho que estaba.
Carlos Gallardo se detuvo un momento para ordenar sus ideas y continuó.
“ Parte de esta historia me la contó mi amigo, quien quiso llevarme a mi hogar …
Se detuvo de nuevo, me miró y sonrió moviendo la cabeza.
“ Bueno … ya le dije que mi esposa tiene mal carácter… Con esto quiero explicarle el por qué todo se enredó.
“ Cuando perdía la conciencia de lo que ocurría, vagamente recuerdo que cayó una “nubada” (lluvia fuerte) y que mi amigo me apoyaba y … se me borró la película.
“ Desperté en una penumbra. No sabía dónde diablos estaba, quise ponerme de pié y mi cabeza dio un duro golpe con un techo. A mis pies había una luminosidad muy potente que hería mis ojos.
“ Aun cuando sentí que estaba mojado tenía calor; un extraño olor a flores secas y unas ramas que sentía que me estrangulaban, me alarmaron y con pánico, comencé a arrastrarme hacia el cuadrado de luz intensa que veía a mis pies.
“Francamente no sabía dónde estaba y al salir oí gritos de terror. Una cruz de madera me impedía un tanto mi escape de tan poco grata prisión y con fuerza la lancé lejos. Comprendí que podía ser una broma, por lo que salí con furia y arranqué de mi cuello la corona de flores.
“Claro, ahora entiendo el horror de los visitantes cuando arrojé la mencionada corona de flores y comencé a limpiarme de hojas, mientras echaba “pericos” contra los chistosos que me habían metido a un nicho desocupado.
El joven minero me miró tratando de encontrar alguna burla de mi parte, pero al ver la seriedad con que tomé su declaración, continuó su narración.
“Al llegar a mi casa, como usted debe suponer, recibí una reprimenda muy fuerte de mi esposa ya que no quería saber nada de mi amigo Carlinche. Ella me explicó que pensaba que me habían matado, por lo que estampó una denuncia por Presunta Desgracia en la policía, el Tribunal envió a la policía de Investigaciones la orden correspondiente que le tocó a usted.
“Al día siguiente Carlinche, muerto de la risa, me confesó que no se atrevió a llevarme arrastrando mi inanimado cuerpo en medio de la fuerte lluvia. Conocía el mal genio de mi señora y al enfrentar uno de los portones del cementerio lo encontró abierto. No quería que me diera una pulmonía si me abandonaba esa noche de tormenta, por lo que como pudo, me introdujo dentro de un nicho vacío y me tapó con ramas y flores secas. De puro bromista me puso la corona de flores en mi cuello y en mis brazos dejó una vieja cruz de madera ya podrida.
El deponente Carlos Gallardo se inclinó en su silla y con ambas manos se acarició su rostro. De pronto le vi como si tuviera un acceso de hipo, pero al retirar sus extremidades estaba riendo y me contagió; ambos lanzamos estruendosas carcajadas.
—Sabe, señor …, cuando mis compañeros de trabajo supieron esta historia, me apodaron LÁZARO.
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