Mundo futuro. Invitación a un baile.
Por F.J. Castellano
Enviado el 06/12/2016, clasificado en Ciencia ficción
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Es un día gris, con la contaminación en los niveles habituales de los últimos años de Madrid, al igual que en todas las ciudades. Todas las personas caminan corriendo con una mascarilla, intentando evitar estar mucho tiempo expuestos al aire libre. A pesar de todos los intentos de evitar la contaminación, ésta no ha remitido y el aire de las grandes ciudades es casi irrespirable.
Ana sale del metro y se dirige rápidamente al portal de su casa, aunque no le apetece mucho, ya que vive con la viuda de su padre, Soraya, y sus dos hijas. Todavía siente rencor a su padre por no haber realizado el testamento y que esa mujer tenga derecho al uso de la casa. Soraya prefiere vivir allí, porque su padre puso unos filtros de aire que permiten respirar sin utilizar mascarillas como en la calle.
Al entrar en su casa se extraña no encontrar a esas mujeres sentadas en los sofás del salón, pero les escucha desde la habitación de las hijas, hablando de vestidos que ponerse para la fiesta de la próxima semana. No trabajan, porque tienen ahorros supuestamente por sus buenas inversiones, aunque Ana sabe que es por lo que la viuda le fue quitando a su padre mientras vivía éste. Tampoco limpian la casa, porque aunque tengan el usufructo, dicen que la propiedad es de Ana y que por eso tiene que encargarse del mantenimiento de la casa. Ana a pesar de ser menuda y delgada, se encarga de todas las tareas domésticas.
Se encierra en su habitación y ya en la soledad se quita su mascarilla. Sólo lo hace en su dormitorio desde hace muchos años, ya que sólo el filtrador de aire de su habitación está en perfecto uso, porque se esmera en su cuidado.
Al leer los correos electrónicos, entiende el motivo por el que están tan alboradas las hijas de Soraya. Es una invitación a la fiesta de inauguración de la nueva casa de Jorge, que fue un compañero de ella y de Pilar, una de las hijas de Soraya.
Recuerda a ese moreno atlético, siempre tan bromista y tan optimista. Sólo habían hablado un par de veces, pero a pesar de eso, le recordaba con cariño. La verdad es que le ilusionaba asistir a la fiesta.
Comienza a estar feliz, hasta que observa sus manos, grisáceas de tanta contaminación y con las restricciones que hay con el agua, no va poder darse una ducha decente. Se toca su grasiento cabello negro y se hunde más en la tristeza. Buscando algún consuelo, abre el armario, pero al observar su interior, se percata que no tiene ningún vestido, sólo ropa cómoda.
Se da paseos por la habitación como una leona encerrada en una jaula, hasta que se acuerda de su vecina Goyi. Es una mujer mayor, que vive con su marido José en el piso de al lado y que siempre han sido muy amigos de sus padres.
Se pone la mascarilla y decide ir a hablar con ella, para ver qué puede hacer. Seguro que se le ocurre algo.
Llama a la puerta de la vecina Goyi y ésta sale con una bata abrigada.
- ¡Pasa Ana! ¡Qué alegría verte!
Se abrazan y se dan unos besos. Goyi la invita a sentarse en el sofá de su salón y espera pacientemente a que Ana empiece a hablar.
- Me han invitado a una fiesta la próxima semana y… - No sabe cómo seguir.
- Tranquila, hija mía, ¿qué problema tienes?
- Pues es que…, no tengo ningún vestido – Mientras lo dice no es capaz de mirarle a la cara.
- Bueno eso tiene fácil solución. Aunque no lo creas, ya en mis tiempos jóvenes existían las compras por internet. Podemos mirar vestidos en casa, seguro que encuentras alguno que te guste.
- Pero no tengo dinero. Todo el sueldo se me va en los gastos de la casa – Ana la mira resignada.
- Bueno, no te preocupes. Te debo algún regalo. - Mientras lo comenta, Goyi sonríe con cara maternal.
Ya más animada Ana, va junto a Goyi a mirar vestidos en el ordenador. Eligen uno celeste con flores azules. También compran unos zapatos y medias.
De todas formas Ana continúa con un halo de tristeza que ensombrece su cara.
- ¿Qué te sucede pequeña?
- También es un problema el agua. Ya sabes cómo son Soraya y sus hijas, y la derrochan sin preocuparse en mí.
- Todavía no entiendo como tu padre se casó con ella… Pero no te preocupes, nosotros casi no salimos de casa y vamos reservando el agua, podrás ducharte aquí.
- ¡Gracias!
- ¿Tienes como ir?
- Supongo que iré en Metro.
- No te preocupes, tenemos dos coches. A José, no le gustaba no poder utilizar el coche con las restricciones de tráfico por la matricula. ¿Qué día es la fiesta?
- El 28 de este mes.
- Perfecto, entonces José te llevará en el BMW azul. Pero recuerda que tienes que volver antes de las 12 de la noche, que al pasar de día, ya no puede circular.
- Muchas gracias Goyi.
Ana abraza a Goyi con una sonrisa. Va a poder asistir a la fiesta de Jorge.
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