PERDIENDO LOS PLANOS DE MI VIDA
Había acudido como de costumbre a mi lugar de trabajo pensando encontrarme allí con mis compañeros. Me parecía que tardaba en amanecer más de lo normal, se respiraba humo de las empresas cercanas. El suelo que pisaba con mis amplios zapatos negros rompía placas de hielo que crujían al deshacerse. Me sentía yo sujeto a un horario que suponía una disciplina difícil de llevar para mi fatigado cuerpo y mi necesidad de liberarme de ataduras. Cual sería mi sorpresa al llegar allí y no encontrarme más que la puerta cerrada del trabajo y ni un alma merodeando por allí. La realidad se rompía por momentos, me asaltaban las dudas, me invadía la angustia y me atenazaba el miedo. Para encima el tiempo se había convertido en lluvia que no tardó en empaparme al andar desprovisto de paraguas y no tener en donde cobijarme. Me atormentaba aquella situación que sentía ya haber vivido, el corazón palpitaba cada vez más aceleradamente y mis sienes parecían reventar. No paraba de tiritar aterido por el frío y aquellos nervios de incertidumbre. De mi boca salía el humo del cigarrillo que consumía ansiosamente mezclado con el vaho que producía mi aliento. Miré nuevamente el reloj y pude observar que las agujas corrían cada vez más lentamente hasta que llegó un momento en que se detuvieron.
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