Dura separación
Por Perita Verde
Enviado el 20/12/2016, clasificado en Amor / Románticos
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He recibido una carta que me ha hecho volver a mi pasado, un pasado que había enterrado hace sesenta años.
Voy a contar mi historia desde el principio.
Me llamo Martín Moreno Sosa nací en el norte de Gran Canaria, en una finca entre plataneras, palmeras y aulagas. Desde pequeño sabía que era diferente a otros niños, me gustaba coser con mi madre o jugar a las casitas con las niñas. Mi padre que era un hombre rudo de campo, se indignaba y me ponía trabajos duros, quería hacerme un hombre por cojones, perdonen por la expresión.
Mi madre que era más inteligente y amaba a su único hijo, me pagó unas clases de violín en Gáldar. Tenía que caminar una hora, pero no me importaba ya que la música me transporta a un mundo mágico donde mi condición sexual no importaba, así que fui el mejor y en poco tiempo me dieron una plaza en la banda juvenil de Las Palmas, capital de la isla.
Mi juventud estaba pasando sin pena ni gloria hasta que un día en la guagua, conocí a Antonio Cabrera, hijo de un cargo importante del ayuntamiento de Gáldar.
Desde el primer minuto conectamos, él estaba estudiando para maestro de escuela, era muy culto, pero bastante retraído. Me contó que no tenía muchos amigos, y que por eso pasaba horas estudiando. Yo le expliqué que me pasaba lo mismo y que en vez de libros era la música.
Todos los días nos poníamos de acuerdo para subir y bajar a la capital juntos en la guagua.
No sé cómo sucedió, pero cuando nos dimos cuenta estábamos enamorados.
La primera mirada fue como un rayo de luz en la noche más oscura y tenebrosa, que te ilumina el camino que aunque desconocido, sabes que es tú camino. Y qué decir del primer roce, imaginen mil palmeras ondeadas por un viento huracanado del atlántico, pues así se comportó mi cuerpo, dando rienda suelta a todas las pasiones.
Solíamos encontrarnos en un cuarto apero donde teníamos nuestro nido de amor, aquella noche yo iba interpretar sueños de amor de Franz Liszt y Antonio recitó un poema de Gustavo Adolfo Bécquer.
« - Podrá nublarse el sol eternamente;
podrá secarse en un instante el mar;
podrá romperse el eje de la tierra
como un débil cristal.
¡Todo sucederá! Podrá la muerte
cubrirme con su fúnebre crespón;
pero jamás en mí podrá apagarse
la llama de tu amor.»
Sentimos un gran estruendo y asustados salimos a mirar, unos gritos nos hizo entrar en la realidad, -¡maricones, jodidos maricones!.
Nos abrazamos sintiendo el desconsuelo, prediciendo lo que estaba por venir. No dijimos nada, nos separamos como pudimos. No nos miramos, era bastante doloroso como para sentir su mirada.
Corrí hasta mi casa, tenía pensado negarlo todo, cuando llegué vi la luz de la cocina encendida y el llanto ahogado de mi madre, entré y me encontré con mi padre, por primera vez vi su debilidad, vi su amor por mí.
-Hijo, tienes que huir, han venido a buscarte, he dicho que aquí no estabas, toma dinero, vete al Muelle de la Luz, coge el primer barco que zarpe, sabía que esto iba a suceder, lo siento hijo mio. Abraza a tu madre.
Me acerqué a mi madre y la abracé con todas mis fuerzas, sin poder decir una palabra. Me incorporé y sin pensarlo abracé a mi padre, mi primer y único abrazo a ese ser que me dio la vida.
Corrí entre las plataneras que me vieron nacer, despidiéndome de ellas, deje atrás el Cenobio Valerón, y me adentre en el nuevo mundo.
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-Bienvenido, soy Martina Cabrera.
- Bien hallada, señorita, soy Martín.
-Eres tal y como te imaginaba, ya se habrá dado cuenta que me llamo como usted.
- Sí, de eso me di cuenta desde el primer instante que recibí su carta.
- Mi padre cuando yo era pequeña me decía que me había puesto este nombre en honor a su mejor amigo.
»Mire usted, amo a mi padre con todas mis fuerzas, cuando yo era adolescente y vi que era diferente, fue el único que me entendió, me dijo que hiciera lo que más deseaba, que fuera feliz. Hoy día tengo mujer y un niño maravilloso y todo gracias al amor de mi padre.
Hace tres años murió mi madre, vi como mi padre lloraba, pero no con el sentimiento que llora un hombre cuando su amante el amor de su vida muere. Cuando se calmaron las cosas le pregunté y sí me contestó, me contó toda la historia, como un régimen bastardo, una sociedad hipócrita los había separado.
He luchado desde el primer día para devolver a mi padre su comprensión, pero él tenía miedo, miedo a que usted ya no lo amase. Hace tres meses que le detectaron un cáncer mortal y ahí es donde no teniendo nada que perder me dió autorización.
Y , aquí está, espero que aun siendo tarde, merezca la pena.
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Querida Martina, decirte que he llegado a EEUU muy bien, darte las gracias por este último año, ha sido lo mejor que me ha pasado en mi vida.
Sé que querías que me quedara, pero ya una vez tuve que partir de la tierra que me vió nacer y aprender a vivir con el dolor de una separación forzada.
Ahora no han sido los hombres los que nos han separado, sino la divina providencia.
Tu padre y yo lo hablamos y aprovechamos el regalo que la vida nos brindó.
Siempre quedará en mi retina el reencuentro con mi único amor y todo gracias a ti.
También sé que tu padre me está esperando en alguna parte del cielo, donde nunca nadie nos separará, donde por una vez y para siempre nuestras almas quedarán fusionadas.
Atentamente Martín Moreno.
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