Jugar El Juego (Parte Dos)
Por EM Rosa
Enviado el 04/03/2012, clasificado en Ciencia ficción
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su reloj sin amagar a hacer apuesta alguna, pero, a unos dieciocho minutos de su llegada, hizo la apuesta al veintidós y esa única jugada le llenó los bolsillos de fichas de cien. No se retiró inmediatamente pero no volvió a apostar a pesar de los ánimos que le daban, especialmente un par de mujeres seductoramente hermosas. Una vez cambió las fichas se sumergió en el baño de caballeros. Unos diez minutos después entraba Pepe en el Casino y, tras consultar su extraño aparatito, se dirigió presurosamente al baño tras Sam. Una hora después, evidentemente alertados por los de la sala de monitoreo, cuatro agentes entraron presurosos al baño para descubrir que no había ni rastros de ninguno de los dos hombres. Por más que miró los videos una y otra vez durante toda la noche Madi no pudo encontrar algo lógico de que aferrarse. Por la mañana, fastidiado y sin dormir, Madi desayunaba sin ideas que fundamentaran una estrategia, aunque más no fuera a corto plazo, que trazar.
Si algo no tiene lógica, pues vayamos por las ideas más descabelladas pensó. Repetitividad y salió presuroso.
Horacio Gualas, Cable para los amigos, era su delincuente informático de cabecera y contar con sus ilegales servicios le había valido la resolución de varios delitos graves y a Cable unos cuantos miles que no le habían venido nada mal, a más de pertenecer a la plantilla estable de proveedores del departamento policial al que pertenecía Madi que era el mentor de su acomodada situación.
- ¿Me lo puedes repetir?. Le decía en ese momento Cable.
- ¿Eres tonto?. Te he traído un video que muestra una situación. Quiero que explores en los servidores de Casinos de la zona circundante al Royal, unos ochocientos kilómetros a la redonda, a ver si se produjo algún hecho similar en las últimas dos semanas. -
- ¿Te das cuenta de lo que me pides?. Debo forzar una entrada a un servidor privado, bajar los videos de vigilancia, catorce videos de veinticuatro horas, mirarlos todos y aislar la parte que te interesa. Todo eso repetido por la cantidad de Casinos que queden encerrados en el área que definiste. ¡Demoraré treinta años!.
- Tienes veinticuatro horas. Si lo logras te forrarás. Una expresión de interés se pintó súbitamente en el demacrado rostro de Cable.
- ¿De cuanto estamos hablando?.
- Trabajo para el Royal, no les cobraré una bagatela precisamente.
Cable sabía que Madi no lo decepcionaba cuando le hablaba de dinero y siempre salía reconfortado de un trato con el policía.
- Necesitaré ayuda. Concluyó Cable.
- Haz lo que quieras. Respondió el Inspector y sin más se marchó.
A cable le llevó cuarenta y ocho horas el trabajo lo que le valió una gran bronca por parte de Madi pero el policía estaba igualmente satisfecho dado que el retraso estaba dentro de sus cálculos. De todas maneras bien había valido la espera dado que el trabajo de Cable era impecable. En un Casino, El Queen, se había producido un hecho similar una semana antes y los protagonistas eran los mismos. Se imaginaba que la empresa no daría a publicidad absolutamente nada y que estaría investigando en el más absoluto hermetismo. Pero, a pesar de la absoluta competencia de Cable en la obtención de lo deseado, Madi no encontraba pistas que seguir. Decidió dar otro tiro al aire y pidió a cable que hiciera lo mismo pero a partir del Casino Queen. Otras cuarenta y ocho horas y otra bronca arrojó otro resultado, esta vez en el Casino Palace. Dos semanas antes del Queen y manteniendo una distancia similar. Parecía un tenue, muy tenue patrón, pero algo a partir de lo cual empezar a trabajar. Madi escribió los nombres de los Casinos en una hoja de papel y los miró por largo rato. Horas mirando la maldita hoja y
Con los ojos desmesuradamente abiertos se abalanzó sobre el teléfono y llamó a Cable.
El atildado y atractivo hombre ingresó al baño de caballeros del Casino Savage e inmediatamente llevó su mano al interior de su chaqueta. Sin embargo detuvo su movimiento al advertir que la puerta de uno de los cubículos se abría y un pequeño hombrecito calvo y de intensos ojos de ratón salía del mismo.
- No se detenga - Le dijo Madi. Es mejor que se apure antes que llegue el gorila. - Sam lo miró sonriente y sorprendido.
- ¿Quién es usted?. Madi terminaba de lavarse las manos y se encaminó hacia el alto y misterioso hombre.
- Quien ha descubierto su juego. Y el de su amigo, el gorila que lo persigue. Sam sonrió con desprecio.
- Eso es imposible. Usted no puede entender nada.
- Eso es una verdad a medias. No entiendo como lo hace pero si lo que hace y es realmente lo que me importa para poder acabar con usted. Sam seguía sonriendo con suficiencia.
- Usted no puede detener a nadie - Y llevó su mano derecha a la parte izquierda de su saco. Pero Madi no era de andarse con chiquitas. En una fracción de segundo el enorme revolver del policía apuntaba con mano firme al entrecejo de Sam.
- Pero ¿Qué demonios?... Sam se sentía verdaderamente sorprendido. Rápidamente Madi lo esposó al caño del lavatorio. Su eterna sonrisa había volado de su rostro.
- ¡En unos segundos esa puerta se abrirá y conocerá el infierno!.
- Si lo dice por mí le observo que no soy yo quien está amarrado al caño. Puedo largarme cuando quiera.
- ¡El tipo que me persigue solo busca matarme!.
- Puede Aunque no lo creo. Pero si tiene ganas de conversar podría empezar por contarme donde deposita sus ganancias ilegales. Sam intentaba frenéticamente mirar su reloj pulsera pero esposado como estaba, a la espalda, resultaba imposible.
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