TERATOFOBIA Parte 6

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El grupo restante de humanos habiendo evitado perecer hasta ese momento, llegó como pudo a las faldas de una de las montañas más antiguas del mundo. No era que se hubieran propuesto llegar allí ni nada por el estilo, simplemente, en su huida pasaron por varios lugares que fueron dejando atrás según creyeron conveniente. Ellos estaban dispuestos a seguir con vida aunque para hacerlo tuvieran que esconderse por siempre.

 

Mientras buscaban el mejor punto para arraigarse, uno de los que formaba parte del grupo mencionó que creía que la montaña que tenían enfrente era la misma de la que se hablaba en una vieja historia que oyó años atrás de un habitante de otra región. Según el relato, la montaña escondía un secreto increíble, aunque en realidad nadie sabía a ciencia cierta de qué se trataba tal secreto, aparte de que tampoco se podía estar seguro de la existencia del mismo. Pese a lo anterior, todo el grupo conformado por diez personas, estuvo de acuerdo en ir en busca del enigmático secreto, puesto que de cualquier forma sus vidas estaban en riesgo de ser extinguidas en cualquier momento y si podían encontrar lo que estaba oculto en la montaña, por lo menos habrían hecho algo de valor con el tiempo que les restaba de vida. De este modo el grupo partió hacia su destino.

 

Varios días después, el grupo encontró unas ruinas a mitad de la montaña. El difícil ascenso había cobrado la vida de dos integrantes del grupo quedando así sólo ocho personas en la agrupación. Los ocho sujetos restantes entraron de inmediato a las ruinas para recuperar las fuerzas perdidas en la escalada. Al día siguiente, el conjunto comenzó a explorar las ruinas sin tener claro a dónde ir o qué buscar. Entre más avanzaban, más les parecía estar dentro de los vestigios de una construcción que bien pudo servir tanto de santuario destinado a propósitos religiosos como de fortaleza capaz de resistir conflictos bélicos, ya que la arquitectura del lugar, así como otros detalles, sugerían esto.

 

En cierto punto, la agrupación arribó a una especie de pasillo hecho completamente de ladrillos que daban la apariencia de estar sueltos de alguna forma, esto desconcertó a los sujetos que conformaban el conjunto puesto que, hasta ese punto, todos los adobes y baldosas que habían visto y que constituían parte de las paredes y techos siempre estuvieron incrustados en la misma roca de la caverna en la que se encontraban. Al no tener otra opción más que avanzar, los ocho sujetos cruzaron cuidadosamente el corredor intuyendo que algo malo podía suceder. Y en efecto, los sentidos no los engañaron, pues, en el minuto en el que el último de ellos estaba por terminar de cruzar, todos los ladrillos se fueron hacia abajo, revelando que siempre hubo un abismo debajo del corredor. Con todo y la mortificación de perder a otro compañero, al grupo no le quedó más que continuar su marcha rumbo a lo desconocido.

 

Tras un breve lapso de tiempo, los siete individuos restantes llegaron a una parte semejante a un muro de roca que, a primera vista, parecía impedirles el paso, sin embargo, uno de ellos notó que casi al nivel del suelo había un hueco por el que podrían entrar. Con algo de dificultad pasaron de uno en uno por el hueco y se fueron arrastrando poco a poco por el estrecho pasaje cavernoso. El camino no era para nada lineal, en ciertas partes se orientaba hacia la derecha, en otras a la izquierda y en un punto todos se vieron forzados a descender con muchos trabajos. Pasadas estas adversidades, los que iban adelante de los demás notaron que el aire volvía de pronto a la normalidad, pues, en el interior de la grieta hubo momentos que se enrareció a tal grado que apenas y se pudo respirar, haciendo que la totalidad de los individuos sufrieran momentos de verdadera angustia.

 

Luego de que cuatro de los integrantes del grupo lograran salir de la grieta, la misma comenzó a cerrarse inexplicablemente atrapando en su interior a los tres restantes. Los que pudieron salir al verse imposibilitados para ayudar a los demás sólo se limitaron a escuchar el sonido de los cuerpos siendo aplastados y triturados por la roca. A pesar de esto, los cuatro elementos que seguían con vida decidieron sepultar la pena provocada por la muerte de sus amigos y continuar con el recorrido, en especial, ahora que tenían frente a sí una gigantesca escalera hecha de piedra que subía hasta perderse de vista. Sintiendo que estaban cerca de la meta, los cuatro sujetos empezaron a subir por la escalera con la esperanza de encontrar algo de carácter “milagroso” que les ayudara con la situación que enfrentaban.

 

Con cada escalón que subían, las reservas de energía de los miembros del grupo se agotaban un poco más, tanto así que uno de los cuatro que quedaban no quiso seguir subiendo al no hallar motivo para ello. Para ese individuo en particular, todo había sido fútil y no valía la pena seguir avanzando ni un sólo centímetro. De este modo, sin darle importancia a las palabras de sus compañeros que lo alentaban a continuar hasta donde fuera posible llegar, el individuo se arrojó al precipicio para encontrar el descanso que tanto anhelaba, ante la mirada atónita de los otros. Después de lo ocurrido, los tres sujetos que permanecían en pie se miraron entre sí como acordando no hacer una cosa semejante y con las pocas fuerzas que les quedaban prosiguieron con el difícil ascenso de los escalones sobrantes.

 

Pasaron muchas horas para que el grupo conformado únicamente por tres personas, arribara al fin del camino. Ellos habían descansado cada cierto tiempo mientras fueron subieron los colosales peldaños. Así mismo, tuvieron que consumir completamente, las ya de por sí escasas reservas de comida que les quedaban. Pero ya nada de eso importaba, porque la agrupación ahora se encontraba en un salón majestuoso que daba la apariencia de estar hecho de un metal precioso que no les fue posible reconocer ni comparar con ningún otro. Asombrados por el intenso resplandor del material, dos individuos pertenecientes al grupo, un hombre y una mujer, se apresuraron a ir a la parte central del salón pues ahí estaba la parte más luminosa de todas. La luz provenía de un objeto que reposaba sobre un altar a mitad del salón. Cuando el hombre y la mujer estuvieron lo suficientemente cerca de dicho objeto lo sujetaron cada quien de un extremo y lo levantaron sobre sus cabezas de forma triunfal, aun cuando, debido al resplandor que emitía el objeto, ninguno de los dos podía ver qué clase de cosa estaban sujetando. Sin embargo, para su sorpresa, el objeto dejó de brillar repentinamente y de la nada todo se volvió oscuro como la noche. Lo que es más, el objeto que tanto el hombre como la mujer habían estado sujetando con sus manos, empezó a moverse súbitamente haciendo que los dos se espantaran y dejaran caer el objeto al suelo. Ninguno de los dos pudo encontrar rastro alguno del objeto al buscarlo, y justo cuando iban saliendo de su estupor escucharon una tétrica risa a sus espaldas.

 

 


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