AMIGAS, CAFÉS Y PASTELES . PARTE 1

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—¡Por Dios mujeres! pensé que no vendrían. Siempre llegan tarde. expresó con impaciencia, mientras observo la hora del móvil. 

—Deja el drama que no se encuentra transporte—. refunfuña Yosemig tomando asiento a mi lado- sabes que cada día va de mal a pésimo. 

Daiyith con su cara risueña como de costumbre aclara —Mil disculpas mi querida enana, tuve que hacerle una vuelta al imperfecto de mi marido y se me complico un poco. 

Salir con amigas siempre ha sido un ritual en todo el mundo, hablar del amor, de economía, infidelidades, decepciones e incluso de crímenes —claro hipotéticamente hablando— es parte del repertorio de las conversaciones entre nosotras.

Soy Ylena Sarmiento y llevo muchos años conociendo a estas mujeres, son mi bastón en muchas circunstancias de la vida a lo largo de nuestra amistad. Lo que no quiere decir que conozcan todo de mí o yo conozca todo sobre ellas.

—Ya te fuiste del planeta otra vez Yle—.Se ríe Dai al sacarme de unos de mis despegues habituales.

—Jajaja sabes que siempre me abstraigo y no puedo evitarlo, ya aterrice.

—Normal en ella— me reclama irónicamente Yose.

—Pero díganme ¿Qué van a tomar? El café está realmente bueno, ya no se consigue en los abastos. Tenemos

que aprovechar comprarlo en la cafetería jajaja.

Nos conocemos desde hace casi diez años, poco a poco me he acostumbrados a sus personalidades y ellas a mí. Lo que agradezco sinceramente aunque no se los exprese a menudo. Hemos crecidos a la par de la crisis económica más grave de estos tiempos —buenos es la crisis que me ha tocado el bolsillo.

—Chico por favor, tres cafés por aquí.

Miro a mis amigas y por primera vez me doy cuenta lo diferente que somos. Dai es risueña, siempre con palabras de alientos, si lo pienso bien solo la he visto enojada en dos ocasiones y se le paso en un santiamén. La admiro porque a pesar de las cicatrices de la vida por las que ha pasado nunca ha dejado que afecten su personalidad, claro a veces se pasa de "Madre Calcuta" y la gente quiere tomarle el pelo pero para eso estamos Yosemig y yo.

En cambio Yosemig es fuerte, enérgica e incluso testaruda—en eso nada más nos parecemos— la que nos auxilia en todo, incluso en más de una ocasión me ha librado de manera económica mientras espero la tan anhelada quincena que cada día me rinde menos. Yose es muy directa al decir las cosas, no se guarda nada, lo que a veces es un inconveniente pero en este particular está Dai, nos equilibra dando un mejor balance entre nosotras.

Al fin llega el café a la mesa, ya lo habíamos olvidados.

Yose está inquieta. Dai me mira, insinúa que sea la primera en preguntar.

—¿Te pasa algo Yose? Sabemos que quieres contarnos y no te atreves, vamos niña habla.

Yose se pasa los dedos por el cabello, como indicio que no quiere contar, pero que sabe que no tiene escapatoria.

—Anda Yose, cuéntanos—termina dando el empuje Dai.

—Ok ok ok, ya dejen de querer averiguar, saben bien que todo no se puede decir. Y si les digo prometen no juzgar sobre todo tú —refiriéndose a mí— nunca te parece lo que hacemos.

—Bien, eso me dolió en el corazón de acero que tengo—colocando mis manos en el pecho dramáticamente— payasa, Termina de hablar que ya pareces el desenlace de una novela mexicana —me burlo.

—Se acuerdan que la vez pasada les comenten sobre unos mensajes que me están llegando al teléfono.

En coro —¡Siiiiii!

—Ya sé quién me escribe.

—Habla por Dios mujer. Interfiero con desespero de tanta larga. 

—¡Shhhhhhh!—Me calla Dai colocando su mano en mi boca.


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