Inspiración tergiversada

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Una tarde, le comentaba a Francisco que la mayoría de la gente no se da cuenta de que las muertes en televisión están demasiado dramatizadas, contando con muy poco realismo en su realización, al punto de que se vuelven casi una caricatura con personajes reales.

 

Para que se entendiera con más claridad lo que trataba de decir di un par de ejemplos.

 

-Mira, Francisco, si ambos imaginamos por un momento que tenemos planeado matar a alguien, sólo te diré que la cosa no sería tan “pulcra” como vemos a través del monitor. Dejando de lado las implicaciones morales, el matar a un ser humano, digamos, por medio del estrangulamiento, es un acto espeluznante en sí mismo. Piénsalo, tener que ver el modo en el que los ojos de tu víctima se salen de sus órbitas mientras que la cara se va hinchando y tomando una coloración entre azul y morada a causa de la falta de oxigeno no debe de ser nada agradable de presenciar. Ni hablar de los gestos de sufrimiento y desesperación que haría con el rostro la pobre alma antes de morir, algo como eso bien puede quitarte el sueño por el resto de tu vida. Y si hablamos del daño que causan las armas de fuego al cuerpo humano, entonces hay que decir que este daño tampoco es representado con propiedad en las obras de ficción. El proyectil de un arma de alto calibre no sólo perfora el cuerpo en línea recta, sino que también es capaz de mutilar un miembro entero si entra en contacto con uno. Así mismo, el disparo de una escopeta, por ejemplo, deja quemaduras en el área del impacto y otras heridas menores por las esquirlas de los cartuchos. Matar a alguien con una escopeta sabiendo que ésta va a mutilar de forma horrenda el cuerpo del infortunado que recibirá el o los disparos, es un acto grotesco que únicamente puede ser perpetrado por un psicópata que posee el estómago necesario para aguantar, e incluso disfrutar, espectáculos tan vomitivos.

 

Francisco ya no estaba consciente cuando terminé de hablar.

 

Una hora después, Francisco despertó con jaqueca y entonces volví a tomar la palabra.

 

-Trata de no entrar en pánico amigo -dije-, será mejor así.

 

-Pero… ¿dónde estamos Jaime, qué sucede? -preguntó Francisco.

 

-¿Recuerdas el viejo local abandonado al que solíamos entrar sin permiso cuando eramos jóvenes?

 

-Sí, sí… lo recuerdo…

 

-Bueno, pues ahora nos encontramos en su interior.

 

-¿Pero por qué estamos aquí Jaime?

 

-Ahora mismo te lo diré -respondí en tono burlón-. Como te decía antes de que te desvanecieras en mi sala gracias a la bebida que te di. El matar a una persona es visualmente asqueroso y psicológicamente hablando destruye por completo tu mente, yo en lo personal no sería capaz de matar de manera violenta a nadie, no obstante, la otra vez recordé un método con el cual es posible deshacerse de alguien sin tener que verse en la necesidad de mancharse las manos de sangre.

 

-¿A qué te refieres Jaime? -dijo Francisco.

 

-¿Acaso has olvidado nuestra historia favorita de todas las que leímos en la época de estudiantes? -pregunté en tono serio.

 

-No entiendo Jaime ¿a qué vienen esa clase de preguntas ahora? -preguntó Francisco consternado.

 

-¡Cómo! ¿No quieres seguirme el juego? Está bien, trataré de ser lo más directo que pueda. Supongo que el efecto de la narcosis aún no se te pasa completamente y por ello no te has dado cuenta que estás encadenado a la pared, justo como en el relato “El barril de amontillado”, aunque claro, todavía queda sellar bien la entrada para asegurarme de que no nos volveremos a ver ni mañana ni nunca.

 

-¿Qué dices Jaime, es esto una broma? ¿Por qué harías tú algo como eso? -preguntó Francisco lleno de incredulidad.

 

-¡Ya te lo dije Francisco! No soporto ver sangre y viseras regadas por todos lados, eliminarte de esta forma era la única opción que me quedaba -contesté con ironía.

 

Entonces, Francisco me miró incluso más extrañado de lo que estaba, sobre su faz se observaba la intención de hablar, pero logré interrumpirlo antes de que volviera a pronunciar palabra alguna.

 

-Sí, ya sé lo que vas a decir, sólo estaba jugando contigo -dije-. Quieres saber el motivo por el cuál vas a morir este día ¿cierto? Pues te diré, mi única motivación para matarte es Natalia.

 

-¡Natalia! -exclamó Francisco muy sorprendido-. ¡Pero si ella lleva años casada con otro hombre!

 

-Sí, y lo más probable es que para ahora ya tenga varios hijos. Sin embargo, lo que a mí me importa es que tú anduviste con ella en la escuela, con todo y que sabías que yo sentía algo por ella, y a decir verdad, ¿quién no iba a estar enamorado de ella en aquel entonces? Después de todo, Natalia era la chica más popular de la clase. Pero al haberte escogido a ti sobre mí, nació y creció un odio inconmensurable hacia los dos; hacia ella por no haberme elegido, y hacia ti porque me sentí completamente traicionado por aquel que yo veía como un hermano. Obviamente, guarde silencio todos estos años en espera de tener los medios necesarios para llevar acabo mi venganza. Ahora, como bien sabes, poseo un capital considerable gracias a varios negocios que han dado frutos, con dicho capital compré el viejo local y con tu abducción y próxima muerte di inicio al plan que estuve formulando por años.

 

-¡Espera Jaime! -dijo Francisco con cara de haber hecho un descubrimiento-. Dices que conmigo diste inicio a tu plan, pero… si con mi muerte no termina todo ¿qué es lo que piensas hacer luego?

 

-¿No es evidente? -respondí-. Ya que acabe contigo seguirá el esposo de Natalia ¿acaso creías que iba a dejar con vida al sujeto que se casó con el amor de mi vida? El muy canalla sufrirá igual que tú una muerte desesperante, entonces, me acercaré a Natalia y haré lo posible para casarme con ella ¿sabes para qué? -pregunté con todo el odio que hay en mi corazón.

 

-¿Para qué Jaime? -dijo Francisco con agobio.

 

-Para hacer del resto de sus días un infierno -contesté con diabólica sinceridad.

 

Después de haber dicho lo anterior, Jaime guardó silencio, quizás por entender que todo lo que podría decir sería totalmente en vano. Yo por mi parte lo miré una última vez a la cara antes de empezar a poner los ladrillos que lo encerrarían por siempre.

 

Todo lo anterior pasó hace cuatro años, ahora estoy casado con Natalia y cada día le hago recordar el sufrimiento que viví al verla con otros hombres. Por otro lado, eliminar a su esposo fue más fácil de lo que pensé, sólo lo tuve que esperar afuera de su trabajo e, inmediatamente después, ya estaba haciéndole compañía a Francisco.

 

En cuanto a Natalia, ella está teniendo dificultades para tener a nuestro hijo, si las cosas continúan así, tal vez la pérdida de uno de los hijos de su esposo motiven a su organismo a querer ser madre de nueva cuenta. Mientras tanto, la seguiré dejando trabajar en el negocio de vinos que emprendí para ella en el viejo local, mismo que ahora cuenta con dos muros nuevos.

 

 

 

 


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