Condena Tardía parte final

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Capítulo V

Han pasados casi cinco años desde que descubrí lo del testamento. La señora Martínez ha ido desmejorando su estado frágil de salud por demás. Ya casi no sale mucho de su habitación, sigo siendo su asistente y ahora  enfermera. Siento mucha pena por verla tan deteriorada. Ezequiel, mi querido Ezequiel. Cómo decirlo sin parecer una depravada. Aún se sigue beneficiando de mis sábanas aunque con menor frecuencia. No puedo quedar al descubierto por causa de sus incontrolable deseos. 

Estoy sosteniendo la mano de la señora. Le tomo el pulso y apena si es perceptible. Llamó al Dr. Losada. La examina y sentencia: 

  -Está en sus últimos momentos.  Por favor Srta. Lorelay, mantengala lo más cómoda posible. Y llame a su esposo, debe estar con ella en cualquier momento nos dejará nuestra estimada Elena.

  El Dr. Losada se retira visiblemente atribulado no sin antes dar las últimas indicaciones. 

  -Los dejaré un momento, por favor aviseme para venir a certificar el deseso. Lo menos que quiere Elena es que se profane su cuerpo.

Capítulo VI

Que triste y emotivo sepelio. Mi querida Sra. Martínez recibió los honores que merecía por sus años de dedicación a ayudar a los niños. Incluso el mismísimo presidente del país asistió al funeral donde le fue impuesta la condecoración póstuma por su ardua labor altruista a lo largo de su vida a pesar de tener siempre una salud delicada. Ezequiel visiblemente afectado, despidió a su esposa. Los asistentes ofrecieron sus condolencias al ahora viudo joven. 

Capítulo VII

Luego de tres años, al fin disfrutaré de los frutos de mi paciente espera. Siempre admire a mi señora, estuve al pendiente de los más mínimo, fue una asistente con funciones de servicio doméstico, pues ella sólo quería depender de mi única presencia. No cabe duda que merezco cada centavo del 50% de la herencia. Es mía por derecho ganado con creces. Es lo mejor que he podido conseguir y estoy plenamente satisfecha. Es una lástima que Ezequiel haya muerto en ese horrible accidente. La verdad es lamentable como su borrachera le haya hecho volcarse y caer al precipicio. El pobre no soporto descubrir que estaba excluido del testamento. Trató de seguir conmigo pero no pude. Imaginen las habladurías de los demás si se revelaba lo nuestro. Además siempre le hice saber que lo nuestro era puro sexo, no niego que fue placentero por lo buen amante que era, pero eso también formaba parte de mis funciones pues la señora no podía responder como esposa. Por supuesto ese detalle no estaba estipulado en mi contrato fue simple solidaridad y beneficio mutuo, ambos disfrutábamos. Y no le perdonó que trató de desacreditar mi imagen tratando de impugnar el testamento de mi señora. Martínez. 

Capítulo VIII 

Estoy tomando el té en el jardín, aún sigo con ayuda caritativa por supuesto no de lleno pues la Fundación pasó al manos del Padre Fortunato al heredar el 25% de la herencia que debo aclarar que es muchísimo dinero. De vez en cuando asisto a uno que otro evento, aún me da asco reunirme con eso ricos de porquería e hipócritas. Llevó mi vida cómoda. Terminé mis estudios de post grado en asesoría internacional y dentro de un mes voy a Francia. 

Está noche saldré con el Licenciado Medina, llevamos saliendo unos dos meses y estoy segura que regresare a casa con un costoso anillo de compromiso o espero.

Capítulo IX

Estoy feliz observó a mi ahora esposo Santiago Medina desde el despacho. Está hablando con la asistente del su bufete de abogados. Ella muy amable en ocasiones viene a traer unos documentos para que no tenga que ir a la oficina. Le sonrío y me arroja un beso que yo simuló atajar con la mano y lo llevo a mi enamorado corazón. No puedo pedir más. Mi vida está completa. Tengo mucho dinero, un estupendo esposo amoroso y un trabajo estupendo y por supuesto mi status social es de primera, aunque aún me resisto a pertenecer a los ricos burgueses que son unos superficiales y falsos. No pido más puedo decir que estoy realizada.

Capítulo X

Últimamente me he sentido mal de salud. He tenido que posponer en reiteradas ocasiones mi viaje de aniversario con mi adorado Santiago. Pobre ya casi no sale de casa por estar conmigo. Su asistente Yesica lo mantiene al tanto de sus responsabilidades y le lleva los documentos de los casos que lleva. Mi ánimo está por el suelo, a duras penas logró levantarme de la cama. Me veo en el espejo y mi hermoso rostro ha desaparecido y en su lugar unas horrendas ojeras desmarcan mi tez. No puedo creer lo demacrada que estoy. Lágrimas brotan y me desvaneco perdiendo el sentido. 

No se cuanto tiempo ha pasado. Santiago y el anciano Dr. Losada están en la habitación. Me revisa, me brinda lo que creo es una sonrisa. Y sale junto a Santiago .

De momento no puedo creer que esto me esté pasando con tan sólo 38 años. Aún deseo con el alma darle un hijo a mi esposo. "Dios, apiadate de mi" estoy perdida, eso lo sé muy bien. Estoy molesta, soy una idiota. Ya casi no veo, mi vista está nublada y sólo diviso sombras o bulto. De repente escuchó que abren la puerta y entran dos personas o eso creo. Se sientan y me observan. Quedó aterrada al reconocer quienes son. Elena y Ezequiel me observan de manera acusadora. Cierro mis ojos pero aún y así escucho a Elena decir:

   -¿Creiste que te saldría con la tuya? No pensante nunca que tarde o temprano pagarías por tu crimen. 

  Ezequiel de manera aterradora clama apuntandome con su dedo acusador: -Desgraciada, como pudiste cortar los frenos del auto. Dios sabe cuánto te amé a pesar de saber que estabas envenenando a Elena.

Me tapó los oído y comienzo a gritar, aquellos espectros Vengadores no se marchan. Un fuerte dolor en el pecho me estrangula el corazón. Me falta el aire. Ya no siento nada. Estoy en la habitación de pie, ya no tengo dolor. A mi lado siguen los fantasmas de Elena y Ezequiel. 

Veo mi cama. Estoy en ella, muerta con una horrenda expresión en mi demacrado rostro. A mi lado Santiago y su asistente. Se miran como sorprendidos...

   -¡Escuchaste lo que dijo!. Expresa Yesenia.

   -A lo mejor estaba alucinando, tal vez veía fantasma del pasado.-alega Santiago con frialdad.

  -¿Ahora que hacemos amor? Ya no soporto ver su horrible cara. Cubrele con la sábana y salgamos. -manifiesta asqueada Yesenia dando la vuelta para no ver la podredumbre que soy ahora.

Los dos salen de la habitación, llaman al Dr. Losada que certifica mi defunción. No habrá autopsia, no habrá investigación. Será igual que con Elena y Ezequiel. 

Mientras Elena con una sonrisa cadaverica me recuerda. Que en la alacena, detràs de las cajas de cereales, aún continua el frasco de cianuro que yo mucho tiempo antes había utilizado a diario en el té de las tardes. 

 

FIN.

 

  

 

  


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