El faro trashumante (?de brunas encendido)

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Allá donde la leyenda no se recuerda, nace la solitaria postal que envió Jenofonte, en la primavera de un año, día y mes, que no importan en la memoria de nadie. La existencia en el faro, sería una vida tan solo para él y sus adentros,  rodeada de rocas agrestes que las aguas saladas, embestían con fuerza endemoniada, esculturando figuras mitológicas, seres y bestias que representaban un pasado en el tiempo, y que residían en sus sueños, en las noches templadas, acompasando cadenciosamente, liturgias agonizantes, que perecían en las arenas de la playa…en aquella orilla, donde al llegar, sepultó las nostalgias, dolor y pánicos.  Los rayos del sol, disparaban a la sinrazón, que iba cobrando dorada cautela. Mundos misteriosos cruzaban el horizonte. Tatuados viajes exóticos, traían olores de inciensos y sándalos, garfios y patas de palo…almas de marineros hundidas en las profundidades. Navegaban navíos sin pesca, se adivinaban el hastío y el hambre,  el brillo de las espadas y el filo de la navaja en garganta amotinada y el holograma pretérito se lo engullía el remolino, cuando llegaban las tempestades…En este territorio salvaje, vislumbraba el hombre (Jenofonte), el equilibrio de sus cuatro puntos cardinales. Y la historia que llegaría a continuación, solo le pertenecía  a él, por herencia y voluntad propias, así que, deberíamos respetar su pensamiento, y  poner en este preciso espacio, un punto final.

-9 de Enero 2011-


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