Más de un mes. Ese es el agónico tiempo que hace que no siento tus manos sobre mi piel, tus labios sobre mis pechos, tu lengua recorriendo los más oscuros recovecos de mi persona. Mucho. Demasiado. Excesivo el tiempo.
Y por eso pienso hacerte todo lo que me apetezca. Pienso recorrer con mis dientes el borde de tu mandíbula mientras te mantengo bajo mi cuerpo, desnudos ambos, para que sientas mi calor. Pienso dejar que mis uñas rasguen levemente tu piel, para que te retuerzas de deseo debajo de mí. Voy a lamer suavemente el lóbulo de tu oreja, y gemiré en tu oido cuando sienta tus manos acariciando mis nalgas, apretándolas, azotándolas, provocándolas para que me provoquen. Voy a besar cada centímetro de tu delicioso cuello, a morderlo para notar como gimes y gruñes mientras mis manos exploran tu cuerpo. Voy a dejarte un reguero de besos que va a ir desde el hueco de tu clavícula hasta la cinturilla de tus boxers... Y te los voy a arrancar sin ceremonias. Voy a tomarte en mi boca hasta que estés a punto de morir de deseo, a punto de reventar de placer, y en ese instante dejaré de querer darte placer a tí para hacerte que me lo des a mí.
Te agarraré del pelo mientras tu lengua explora los recovecos más oscuros de mi persona, como sé que te gusta que haga. Gemiré con fuerza cada una de las veces que tu lengua castigue mi clítoris sin piedad, y te tiraré del pelo y gruñiré cuando sienta tus dedos dentro de mí, buscando esa zona de dulce dulce placer que me hace estremecer cada vez que la tocas.
Y luego te montaré. Voy a ser tu amazona. Voy a cabalgarte en todo mi esplendor, mis pechos danzando sobre tí, pidiéndote mudamente caricias lujuriosas sobre mi piel caliente. Mis caderas, su suave vaivén, que también te piden que las agarres, que las controles, que las aprietes, para que se puedan descontrolar y soltar y liberar y recorran veloces toda tu longitud, haciéndote echar la cabeza hacia atrás de puro placer.
Y cuando mis muslos no sean capaz de seguir cabalgándote y me rinda sobre tí, sobre tu pecho, respirando entrecortadamente el aroma tan añorado de tu esencia, en ese momento, esperaré que tomes las riendas, que te pongas sobre mí, que me beses, me acaricies, me penetres y me vuelvas a besar, que roces tu nariz con la mía, que me mires a los ojos fijamente como sólo tú sabes hacer para que se estremezcan todas las terminaciones nerviosas de mi ser.
Y en ese momento, sólo tú y sólo yo, nos dejaremos ir.
Lo espero con tanta ansia que casi pienso que me volveré loca antes de tenerlo.
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