-Tú eres la carroña que consume nuestro mundo. Los que son como tú no deberían existir pues nuestra sociedad solo se mantiene si todos seguimos un orden establecido.
-No eres más que un dictador. ¿Por qué no puedo ser libre y hacer lo que quiera?
-Porque así no funcionan las cosas, ¿acaso no lo entiendes? Si cada uno va por su lado, el mundo en el que vivimos se desvanecerá, todos moriremos si no trabajamos juntos.
-Y mientras tanto tú sigues aquí arriba, sin hacer nada y te pasas el día sentado en ese cómodo sillón. ¿Es dura la vida desde ahí?
-Tú no lo entiendes. Alguien ha de controlar todo y yo soy ese alguien. ¿Te crees que me paso el día aquí sin hacer nada? Yo digo qué hacer y cómo. Sin mí estarías perdidos, ¿me oyes?-alzó la voz con tal fuerza que las paredes retumbaron.-PERDIDOS. No seríais nada ni nadie.
-Te sobreestimas. No somos corderos desamparados sin rumbo ni destino. Podemos pensar por nosotros mismos, somos capaces de ver más allá y queremos libertad, necesitamos libertad.
-No, no la necesitáis.-respondió tajantemente.-La libertad lleva al desorden. El desorden lleva al caos. Y el caos lleva a la muerte. Esta sociedad es lo que es gracias a mí. Gracias a que yo superviso y mantengo el orden. Si permito que vivas y esparzas tus ideas, ni siquiera el aire llegará a su destino, tenlo en cuenta.
-Lo hago y sin embargo no comparto tu misma opinión. No hablo de anarquía, hablo de libertad, dentro de un margen…claro está, pero libertad.
-No existe margen en la libertad. O eres libre o no lo eres. Si os doy un pellizco tan siquiera de libertad, acabaríais pidiendo más…y más, y más hasta llegar a la anarquía a la que no quieres sucumbir.-se rascó el ceño fruncido y tras suspirar amargamente alzó la mano.-Lleváosla y ajusticiarla.-la miró a ella entonces.-Tus hijos e hijas seguirán tu camino. Pues yo soy el orden y la ley. Y quién desobedece las normas, me desobedece a mí. Has trabajado bien estos años, pero no puedo perdonar esto. Adiós.
-La libertad no puede ser ajusticiada. Me matarás a mí, pero este sentimiento que me lleva al patíbulo, habita en los corazones de todos los ciudadanos y algún día ellos también se levantarán. Podrás matar a uno o a dos…pero no a todos. Y entonces te arrepentirás de todas las vidas que segaste.
-Siento que discrepemos en este asunto, perdóname lo que voy a hacerte…-La joven célula fue a seguir hablando pero al instante cayó al suelo inmóvil, muerta. El guardia se separó de ella y volvió a su puesto.
Y toda su progenie siguió su misma suerte.
Así fue como una pequeña rebelión fue aplastada al menos por un tiempo. Sin embargo tal y como la joven célula había advertido, la libertad despertó en el corazón de sus compañeros.
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