Dejadlos volar, sin alas,
O sin divina gracia,
Dejad que vuelen.
En el pecho,
Atrapados algunos corazones,
Que al viento son afectos,
Y con copia al valor: estragos
De tiempo, acortando,
Con dalles, recientes sinsabores
O insalubres, con emociones
Que colores al tiempo,
Le son trastornos, si irreflexiones
Obedecen al alma y su demedio
Ya vivo, ya muerto.
Dejad que vuelen,
Y no asirles al vuelo
Aun si parece que el ánimo huye
O que el alma escapa,
Solemne es así cede,
Y da lugar al alma y esta escapa,
Si vuela, sin alas,
De suerte y a tal asunto,
Que si aferrase, para suspenderse
Hía de suceder,
A la falta cubrirla con afecto
Y del rencor desprenderse,
Como motivo, de ser necesario,
Que vuele.
Que vuele,
Y el llanto, a la soledad propia
O al rencor, que es correcto,
Y no a la libertad,
Que es motivo de alegría:
Aun si quebranta de algunos,
Promesas de divinas dimensiones;
La tristeza al desierto,
O a la confusión, o al desconsuelo
Al desaliento que aqueja,
A los dolores que son del tiempo,
Los matices, sus sabores,
Solo colores de un tiempo
De fijas, sin terminaciones.
Dejad que se desate el sueño,
Y que vuele, o que sueñe como un eterno,
Y su pecho, de infinita voluntad
Adquiera de perenne el carácter,
Y del tiempo tome prestado
Las longitudes como necesidades,
Si minore, de sus vidas los males
En lapso, ya arrebato,
O a tiempo, nora, si largar
Resulta en vagar
Para el ánimo, así su consuelo.
Sí, que vuelen, con ingenio
Sin alas, sin divina gracia,
Solo una traílla al cuello.
Dejad que vuelen,
Que vuelen con ingenio.
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