Una historia juntos
Por Wolverine
Enviado el 16/01/2017, clasificado en Amor / Románticos
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Apenas nos conocíamos. O, al menos, eso pensaba yo. Nunca me había fijado en ti. Nunca habías sido alguien que me resultara llamativo. Pero, al parecer, tú me observabas desde las sombras, como un depredador que espera pacientemente hasta que su presa está desprevenida para lanzarse al vacío excitante de la caza. Habías esperado el momento que considerabas propicio para tratar de conocerme más allá de las pocas palabras que habíamos intercambiado.
Me hiciste una propuesta indecente. Primero, me sorprendió tu desparpajo, tu desfachatez, tu sentido del humor. Me enfadó lo directo que fuiste, lo absurdo de tu propuesta. Pero me gustó el flujo constante de bromas, la complicidad implícita de nuestras palabras, tan extraña y familiar a la vez. Ese tipo de conexiones que sólo ocurren con esas personas imprevistas que irrumpen en tu vida con la fuerza de un cataclismo.
Fuiste un volcán para mí. Al principio, muy al principio, sólo era sexo. Ambos tratamos de convencernos de que no queríamos nada más, que los momentos tiernos que teníamos juntos no eran más que fruto de los momentos de intimidad que extrapolábamos de nuestros juegos de cama. Que ninguno de los dos queríamos una pareja. Que aquello no estaba evolucionando hacia nada más…
Qué equivocados estábamos.
Qué fácil es querer negar lo evidente. Y qué difícil, cuando te das cuenta de lo inevitable, reconocerlo. Qué tierno el momento compartido en el que nos reconocimos el uno al otro los sentimientos inequívocos, la piel de gallina, la cara ardiendo, la respiración entrecortada, la voz apenas un hilo inaudible. Jamás olvidaré la expresión de tu rostro cuando me dijiste que sí. La sensación de calor abrumadora, ya no sólo por el sol abrasador del sur, sino por la emoción, la ilusión, la grandeza que esa simple palabra podría provocar en mi interior.
Agradezco cada día a tu lado que me dijeras que sí en aquél hermoso mirador improvisado de tu infancia.
Y luego vino todo. La leve incomodidad de esos primeros minutos oficiales, como si algo fuera distinto por el simple hecho de haber acordado el reconocimiento de la relación. Cogernos de la mano como si no lleváramos haciéndolo desde la segunda vez que quedamos. Besarnos como si fuera la primera vez, de forma tímida, casi casta… La vuelta a nuestra normalidad, nuestras bromas, nuestras risas, nuestras miradas, nuestras caricias.
Nuestra vida. Juntos.
Quiero vivirla contigo.
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