LA TORRE DE BABEL

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LA MALDICIÓN

Era mi día libre. Estaba en Barcelona.

Bajé desde el Eixample por la Rambla hasta casi sus comienzos.

 Era uno de los pocos días libres que tenía en el trabajo. Recién llegado yo de otro país, todo se me ofrecía en la Ciudad Condal para visitar. A lo lejos veía el telesférico. Podía ser atractivo. Seguí caminando guiado por los fanales y se apreciaba como muy cerca el Mediterráneo. Cómo había soñado desde pequeño verlo!.

Era mi oportunidad. Llegué al cruce de la Plaza de Colón. Era una pena estar sólo entre tanta gente.

Esperé al semáforo y una mujer, quiso cruzar, distraída, pensando tal vez en otros temas.

Pude, afortunadamente cogerla del brazo e impedir que un vehículo la atropelle.

Repuesta del susto, ella me quiso agradecer. No supe en qué me hablaba. Intenté con el Catalán, con el inglés, con el francés, con el castellano, pero era inútil.

Le dije con una sonrisa y levantando los hombros: -"no es nada...". Con el dedo, ella me dijo "más adelante" o al menos eso era lo que entendí.

 Pero sorprendido, me quedé un instante medio detenido, sin saber qué hacer mientras la gente ya cruzaba con la luz en verde.

 Entonces me sorprendió esta mujer, que tomándome de la mano me hizo cruzar.

Pasamos la tarde en varios chiringuitos juntos, entre sonrisas, café, complicidades no habladas, silencios con miradas, otros cafés...

Más a la tarde le dije "Museo". Entendió la palabra y con una sonrisa me dijo: - ok! Llegamos caminando y lo vimos con interés. Juntos pero sin hablar, sólo con gestos.

 Salimos y caminamos hasta su hotel.

 La despedida fue melancólica. No podíamos comunicarnos. Me dió un beso rápido y desapareció en el lobby.

Ya casi, no recuerdo nada más, porque pasaron muchos años.

No supe en realidad, ni su nombre.

Sólo recuerdo su sonrisa y esa tarde donde cambié mi soledad por esa extraña e inesperada compañía.

Al día siguiente volví para ver si la casualidad se repetía y nos volvíamos a encontrar, pero no sucedió.

Había otras personas, otras soledades. Pero ella no estaba.

Pensé con tristeza, que la maldición de la Torre de Babel, era cierta.


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