Debo escribir otra historia, otro relato. No importa sobre que se trate siempre y cuando sea interesante. Debo escribir o morir, incluso creo que me espera algo peor que la muerte si llego a dejar de escribir. ¿Y por qué? Porque hay un demonio en la otra habitación, es enorme y rojo, sus largos cuernos curvados tocan el piso mientras su enorme panza sostiene su desagradable papada, no obstante no hay nada más horroroso que sus ojos amarillos. Se burla de mí, sentado en mi viejo sillón, mientras yo me entrego a la desesperación. Escribe me dice, escribe. Una vez me negué a escribir y el maldito clavó mis pies al piso y la carne de mi espalda al espaldar de la silla, grapó sin piedad mis parpados a mi frente y luego puso frente a mí una vieja máquina de escribir a la que me ató con cadenas oxidadas.
-Escribe algo interesante… o ya verás-me dijo con su voz espectral. Nunca más tuve valor de llevarle la contraria. Languidezco poco a poco, y apenas duermo, siempre pensando en nuevas ideas que entretengan al monstruo, cada vez es más exigente, cada vez me parece más cruel.
No sé hace cuánto tiempo apareció frente a mi puerta y sin pedirme permiso se apropió de la habitación principal, o si es que siempre estuvo allí. Cuando me animé por fin y le pregunté quién era, con su sonrisa socarrona me dio la terrible respuesta: ¿Acaso no lo sabes? Yo soy tu público.
Pobre de mí.
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